...

¿Puede un cristiano perder la salvación?

Pregunta:

Esta es una de las preguntas que muchos creyentes se han hecho desde tiempos prístinos de la fe cristiana, y no es para menos, pues, se trata de un tema que se relaciona con esta vida y con la eternidad.

Respuesta:

Las Sagradas Escrituras enseñan, desde el principio y hasta el fín, que la salvación es por gracia:

– Adán y Eva recibieron el perdón de sus pecados sin que ellos tuvieran que hacer nada para ello. Dios mató a un animal substituto, su pecado fue cubierto y ellos disfrutaron de la reconciliación con Dios: “

– Abel fue acepto ante Dios, no por ninguna obra que él hubiese hecho, sino por la fe que tenía en su corazón en la gracia de Dios que recibía con agrado la ofrenda procedente de un corazón lleno de fe:

– Abraham fue justificado ante Dios solo por la fe, sin necesidad de obra alguna:

– Los creyentes en el pueblo de Israel no debían hacer obra alguna para ser salvos, sino solo tener fé en el sacrificio de Cristo, tipificado por los sacrificios de los animales en el día de la expiación:

– Ningún hombre puede hacer nada para salvarse a sí mismo, pues, está muerto en delitos y pecados:

– Nosotros no éramos capaces para escoger a Dios, y por eso Dios nos escogió a nosotros:

– La fe que reciba la gracia de la salvación no es nuestra, sino un don de Dios:

– La salvación es por la sola gracia, sin necesidad de hacer ninguna obra:

– El arrepentimiento que nos conduce a apartarnos del pecado y a clamar a Cristo por misericordia también es un don de la gracia:

– El crecimiento en la santificación también es una obra del Espíritu Santo

En conclusión podemos decir que la salvación es una obra total de la gracia, y que nosotros no podemos hacer nada para salvarnos. Así que, siendo que no pudimos hacer nada para salvarnos, entonces nada en este mundo podrá quitarnos la salvación, ni los ángeles, ni el mundo, ni siquiera nosotros mismos:

Por eso, los creyentes bíblicos decimos que siendo la salvación por gracia, y no por obras, entonces no se puede perder. Ningún salvo jamás dejará de serlo. Cristo mismo enseñó esta preciosa verdad cuando dijo que a los que él guarda no se perderán: “Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tú nombre, para que sean uno así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tú nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Jn. 17:11-12).

Los salvos están guardados en las seguras manos del Poderoso Dios, no porque ellos cuelguen de sus manos, sino por que están sostenidos por Dios mismo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mí mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi padre” (Jn. 10:27-29).

El apóstol Pablo pudo estar seguro, como lo debe estar todo salvo, de que Dios guardará su depósito hasta el último día. Es Dios quien nos guarda, y por eso no nos podemos perder: “porque yo sé a quién he creido, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” 2 Tim. 1:12

El autor de la carta a los Hebreos está convencido de que los creyentes no retrocederán, sino que perseverarán hasta el fin: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Heb. 10:39), y perseveramos porque Dios persevera en nosotros: “Y el Señor me librará de toda mala obra, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2 Tim. 4:18).

Los cristianos de corte reformado preferimos llamar a esta doctrina, no tanto la seguridad final de los salvos, sino: “La perseverancia final de los santos”. Es decir, la Biblia nos muestra que los que son verdaderamente salvos, los que han nacido de nuevo por el Espíritu de Dios, han recibido un poder sobrenatural que los preserva de caer definitivamente de la gracia o de apostatar; antes por el contrario, perseverarán hasta el fin en la fe en Cristo, la santidad, el amor y los frutos del Espíritu; pues, Jesús nos enseñó que algunas personas creen entusiastamente en el evangelio cuando oyen la Palabra, pero “cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra” se apartan (Mr. 4:17), o “los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mr. 4:19); pero estos no eran salvos, sino simples entusiastas de la fe, pues, Jesús nos deja ver que los únicos salvos son los que corresponden a la buena tierra, aquella que produce fruto, pero no por un tiempo sino por siempre, porque los que reciben la palabra y son buena tierra, es decir, los que son regenerados por el Espíritu de Dios, perseverarán hasta el fin y recibirán la recompensa eterna en la presencia de Dios: “Más el que perseverare hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 24:13).

El apóstol Pablo también habló de esta preciosa doctrina y afirmó que el poder de Dios trabaja constante y perseverantemente en el cristiano hasta conducirlo a la salvación completa y perfecta: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6).

Salvación por gracia, por medio de la fe, sin obras, no significa que la persona es totalmente pasiva en el proceso y en ella no sucede nada. No, esta es una mala comprensión de las doctrinas de la gracia.

La salvación es por gracia porque nosotros NO PODEMOS hacer nada para arrepentirnos verdaderamente, no podemos creer verdaderamente en Cristo, no podemos negarnos a nosotros mismos, no podemos dejar de amar al mundo, no podemos odiar el pecado, no podemos amar al prójimo como a nosotros mismos, no podemos hacer el bien cómo Dios manda, no podemos mortificar nuestro pecado; nosotros no podemos hacer nada de esto porque somos esclavos del pecado y estamos muertos en él. Esa es nuestra condición como hijos de Adán.

Ahora, la gracia de Dios, cuando nos salva, obra en nosotros un poder sobrenatural conduciónos a arrepentirnos de nuestro pecado, es decir, a odiarlo y abandonarlo. La gracia nos llena a despreciar nuestras vidas a causa del pecado y a buscar en la cruz de Cristo que es la solución para nuestro estado depravado. La gracia nos lleva a negarnos a nosotros mismos, a aborrecer los deleites temporales del pecado y a entregar nuestras vidas al completo señorío de Cristo. Si en nosotros no ha pasado eso, entonces no tenemos evidencia alguna de que hemos sido salvos por gracia. No somos salvos por arrepentirnos, ni por odiar al pecado, ni por amar la santidad, ni por negarnos a nosotros mismos; sino que estas cosas se dan en la persona como resultado de la obra de gracia.

Debemos abandonar ese concepto erróneo, peligroso y conducente al infierno, de creer que la salvación por gracia significa total inactividad y que solo con hacer una “oración de fe” somos salvos. No. No hacemos obras para ser salvos, pero la verdadera fe que es el medio para la salvación produce obras, obras que son evidencia de que tenemos la fe sobrenatural que nos salva. Santiago fue muy claro al respecto:

17. Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
18. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
19. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
20. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
21. ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
22. ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
23. Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.

De manera que si no hay un compromiso serio por la santidad, por el amor a Dios y al prójimo, por ser gobernado por la ley de Cristo; si no hay negación de uno mismo, sino hay perseverancia, si no hay un odio hacia el pecado; entonces es imposible hablar de salvación en esa persona, así haya hecho una oración de fe acompañada de llanto y contrición.

Muchas personas que han militado en el cristianismo por mucho tiempo, incluyendo a pastores y misioneros, luego se han apartado; pero esto no indica que perdieron la salvación, sino que “salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros” (1 Jn. 2:19), es decir, no todo los miembros de las iglesias cristianas son realmente salvos, pues, algunos ni siquiera conocen a Dios: “Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo” (1 Cor. 15:34).

Su servidor en Cristo,

Julio César Benítez

Scroll to Top
Seraphinite AcceleratorOptimized by Seraphinite Accelerator
Turns on site high speed to be attractive for people and search engines.