Levítico 1: 1 al 9: “Llamó Jehová a Moisés, y habló con él desde el tabernáculo de reunión, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de entre vosotros ofrece ofrenda a Jehová, de ganado vacuno u ovejuno haréis vuestra ofrenda. Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá; de su voluntad lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová. Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya. Entonces degollará el becerro en la presencia de Jehová; y los sacerdotes hijos de Aarón ofrecerán la sangre, y la rociarán alrededor sobre el altar, el cual está a la puerta del tabernáculo de reunión. Y desollará el holocausto, y lo dividirá en sus piezas. Y los hijos del sacerdote Aarón pondrán fuego sobre el altar, y compondrán la leña sobre el fuego. Luego los sacerdotes hijos de Aarón acomodarán las piezas, la cabeza y la grosura de los intestinos, sobre la leña que está sobre el fuego que habrá encima del altar; y lavará con agua los intestinos y las piernas, y el sacerdote hará arder todo sobre el altar; holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová”.
Estaba en formación la patria en la que nacería el Hijo de Eva, que heriría la cabeza de la serpiente, y la simiente de Abraham, en la que serían benditas todas las familias de la tierra; ya había recibido sus leyes y ahora recibe su culto de adoración.
La pregunta que se responde en el libro de Levítico es esta: ¿Cómo puede un pecador inmundo acercarse a un Dios tres veces santo? Ya los Patriarcas sabían la respuesta, solo con sangre derramada en un sacrificio. Esta sangre derramada de un animal no satisface la justicia de Dios, pero apunta al evento que sí la satisface.
Dios enseña en Levítico varios tipos de sacrificio y comienza con el Holocausto, u ofrenda totalmente quemada. Es un sacrificio voluntario de alguien que se quiere consagrar a Dios, pero debe comenzar por reconocer que es pecador imponiendo las manos sobre el animal, como si pudiera transferirle sus pecados, en un acto que se llama Imputación, y dice el texto que: “…será aceptado para expiación…”, versículo 4b.
La palabra “Expiación” es demasiado importante y significa “Sustitución”. La Expiación es la muerte sustitutiva de una víctima que cancela la deuda penal que el pecador sustituido tiene con la justicia de Dios, y le concede una salvación perfecta.
Luego viene el degollamiento de la víctima, que lo hace el mismo pecador, y después el sacerdote hace el derramamiento de la sangre. Este derramamiento de la sangre es un símbolo de la muerte del sustituto, ofrecida como satisfacción de la justicia de Dios, para aplacar la ira de Dios, y se llama Propiciación.
Dios no puede simplemente perdonar sin satisfacer su justicia. Luego la víctima es descuartizada y puesta sobre el madero, en el altar; el fuego la consumirá totalmente y es ofrenda encendida en olor grato a Jehová.
El Nuevo Testamento dice en Hebreos 10, 5 al 10, que esta es una sombra de la Cruz: “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh, Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí. Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”.
Dios es quien pone las condiciones, Cristo es el sustituto. Nuestros pecados son imputados a Él, como si le pusiéramos la mano. Nosotros matamos a Cristo.
El derramamiento de la sangre representa la muerte de Cristo; la madera y el fuego son la ira de Dios sobre la Cruz, con la diferencia de que los animales eran quemados muertos. Cristo fue sometido al fuego de la ira de Dios cuando estaba vivo.
Por eso Cristo dijo: “Tengo sed”, porque los pecadores que no vienen a Dios por medio de la expiación del Hijo estarán vivos por toda la eternidad con esa misma sed, en ese mismo fuego.
La otra diferencia entre el Holocausto y la Cruz de Cristo es que el fuego consume totalmente al animal en el Holocausto; pero en la Cruz el cuerpo de Cristo, por su valor infinito, es el que consume por completo al fuego de la ira de Dios.
En el Holocausto es el fuego el que consume a la víctima, pero en la Cruz es la víctima quien consume al fuego. ¡Ay del hombre que rechaza la expiación de Cristo! Lo espera ese horrible fuego eternamente.
¿Pueden ver esta maravillosa sombra de la Cruz? ¿Pueden ver que la Cruz es eficaz? Si la Cruz no fuera eficaz, los hebreos no podrían regresar a sus casas con la conciencia de haber agradado a Dios, pero el texto dice: “…de olor grato para Jehová”, Levítico 1: 9; y ellos tenían un perdón anticipado por haber traído ante de Dios una sombra de la Cruz.
Los hebreos tenían esta sombra dos veces al día. ¡Oh, cuánto se predicó la Cruz en el viejo pacto! Pero ellos no lo entendieron, ni aun cuando Isaías se los dijo claramente en el capítulo 53. Se quedaron con la sombra y rechazaron el cuerpo que la produce.
Ésta y otras sombras de la Cruz fueron abolidas con la muerte y resurrección de Cristo.
¡Oh! Cuán bienaventurados somos de tener la expiación de Cristo a nuestro favor. Hagámonos ahora más bienaventurados aun proclamando al mundo su necesidad de esta expiación; y que disfrutemos todos los días jubilosos la grandeza de la Cruz al verla, con su poder, salvando a todos aquellos por los que fue realizada esta maravillosa sustitución, porque ninguno de ellos se perderá.
¡Oh, Señor! Despliega todo el poder de tu expiación y trae pronto a aquellos por quienes Cristo, el Holocausto perfecto, a sí mismo se entregó. Amén.
La Expiación -Poesía-
Dios, su gran santidad
Repele al vil pecador;
No pueden tener proximidad,
Pero Jehová da una solución mayor.
Una sola palabra dice el Creador,
Llévala profundo al corazón,
De los vocablos es el mejor;
Él término es: La Expiación.
En Israel el pecador a consagrarse
Holocausto al altar acercó,
Primero necesita expiarse
El pecado que ya lo marcó.
Cuchillo degolla y corre la sangre,
Esparcida por el sacerdote ya está;
La víctima sobre el fuego arde
Olor grato es a Jehová.
Sombra de la Cruz es esta ofrenda,
Innegable la similitud,
Que en Cristo cumplió su encomienda,
Su sangre si salva y tiene virtud.
¡Oh, Cristo! De mi mano la palma
Toca tu cuerpo, transfiero a ti
Toda inmundicia de mi propia alma,
Limpia por siempre tu sangre carmesí. Amén.