Génesis 4, del versículo 8 al 10, dice: “Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató. Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”
Hebreos 12: 24 dice: “...a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”.
Génesis 4 nos muestra el derramamiento de la sangre de Abel y la porción en Hebreos 12 describe, claramente, la asociación entre la sangre de Abel y la sangre del Señor Jesucristo, ambas sangres derramadas.
Recordemos el contexto del derramamiento de la sangre de Abel, que viene desde Génesis 3: 15. Dios decretó una enemistad entre los hijos de Eva, que no recuperan nunca la imagen de Dios, de los cuales el primero fue Caín, y los hijos de Eva, que por la gracia del talón sangrante si la recuperan, de los cuales el primero fue Abel.
Trayendo a la memoria los eventos que desencadenaron el derramamiento de la sangre de Abel, y que también tienen relación con Cristo, Abel fue un hombre justo que ofreció una única ofrenda a Dios, la cual le fue perfectamente agradable; el trajo de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas; su corazón y su ofrenda fueron del todo agradables a Dios.
A diferencia de su hermano, de corazón no purificado, ninguna ofrenda que trajera pudiera serle agradable a Dios. El Señor desaprueba a Caín, a quien los celos y la ira llevan a derramar la sangre de su hermano.
Así Abel fue un hombre justo, que ofreció una sola ofrenda agradable a Dios, y su sangre fue derramada por su propio hermano. En cuanto su sangre quedó sobre la tierra, dice la Palabra de Dios en sentido figurado con una personificación, que: “La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”, Génesis 4: 10.
¿Y qué dice la sangre de Abel mientras clama desde la tierra? Clama justicia, clama retribución, clama para que el asesino sea castigado con la muerte, porque está escrito: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada”, Génesis 9: 6.
El Señor Jesucristo, como Abel, es un hombre justo, verdadera e intrínsecamente justo, aunque la justicia de Abel es derivada y la de Cristo es propia.
El Señor Jesús ofreció un único sacrificio que fue del todo agradable a Dios, su Padre. Como Abel, la sangre del Señor Jesucristo fue derramada por sus hermanos y ella también clama; pero a diferencia de la sangre de Abel que clamó justicia y retribución, la sangre del Señor Jesucristo clama salvación; ella asegura la salvación de todos aquellos por los cuales fue derramada.
Por eso la sangre de Cristo habla mejor que la de Abel, porque ella dice de sí misma que es única, que es la sangre del Dios Hombre, que es eficaz, que logrará hacer lo que vino a hacer, que es un pacto que nunca puede ser alterado; que es victoriosa sobre Satán y sobre todo mal. La sangre de Cristo clama diciendo que ella es poderosa.
Hebreos 11: 4 dice que: “…dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella”. Pero el Señor Jesús realizó una ofrenda mayor, la más grande obra jamás realizada, que es la cumbre de la sabiduría de Dios de la cual la ofrenda de Abel es una mera sombra. La sangre del Señor Jesús hablará por toda la eternidad.
Pero a Dios le plació que la sangre derramada de Abel fuera una sombra de la sangre derramada del Señor Jesús, y que juntamente con el “talón sangrante”, Génesis 3:15; la vestimenta de los primeros pecadores, Génesis 3:21; y el costado traspasado, Juan 19: 34, estuviera en la galería de las Sombras de la Cruz, las cuales, cuando las miramos retrospectivamente, nos hacen maravillar por cómo es de grande la obra de la Cruz, de tal manera que Dios la describe con una variedad de tipos o sombras, y luego de forma directa en declaraciones precisas en el Nuevo Testamento.
¡Oh, Señor! Grande es el privilegio que tenemos de pertenecer al linaje de Abel, y de ser salvados como él por la sangre derramada que habla mejor que la de Abel. Qué privilegio tenemos de ver la sombra y el cuerpo que la produce, y alabar a Dios por la grandeza de la Cruz.
Que el Señor nos permita una lectura atenta del Antiguo Testamento, y que descubramos por medio de ella todas estas maravillosas sombras de la Cruz. ¡Gloria a Dios por su don inefable! Su Hijo y su maravillosa obra de la Cruz, anunciada por medio de muchas sombras en la revelación del Antiguo Testamento.
¡Oh, Señor! Encamina otra vez a tu pueblo hacia el conocimiento más preciso de tu verdad. Camina otra vez con nosotros como lo hiciste en el camino de Emaús; te lo pedimos en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
La sangre elocuente -Poesía-
Es de Dios la sangre elocuente
El que enseña por una figura;
El habla le da a algo inerte,
Es imagen de gran hermosura.
La sangre en tierra vertida
Por golpe cercano fraterno,
La derramó aquel homicida
Que será hijo del mismísimo infierno.
La sangre de Abel ha parlado,
Clama justicia desde la arena;
Otra sangre ha representado,
Que la ira de Dios ya refrena.
Es la sangre de Cristo grandiosa,
Aquella que la de Abel representa;
Ella da salvación tan gloriosa,
Ante Dios ella quita la afrenta.
De las sombras de la Cruz galería,
La sangre de Abel queda inscrita;
Alegría da al alma mía
Entenderla de forma expedita. Amén.