5. El altar de los Patriarcas

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El altar de los patriarcas

Génesis 8: 20 y 21 y 12: 8: “Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho…Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová”.

Noé y Abraham, estos dos Patriarcas, tenían un conocimiento de la Biblia y no nos dice cómo lo adquirieron, pero es vital para el hombre después de la caída en pecado y de su expulsión del paraíso.

Usted puede acercarse a Dios solo por medio de un altar y de un sacrificio sobre él. Antes vimos que Dios sacrificó a dos animales para vestir con sus pieles a los dos primeros pecadores. Allí tenemos el sacrificio de una víctima inocente, pero no sabemos cómo adquirió el hombre el conocimiento sobre la necesidad de un altar. 

Es posible que Dios lo haya dicho a Adán y éste lo haya transmitido oralmente. No estamos seguros, pero allí tenemos a Noé en Génesis 8 haciendo un altar, ofreciendo un sacrificio y siendo agradable a Jehová.

El altar es el único lugar donde se debe derramar la sangre del sacrificio y quemarlo totalmente, como en el caso del holocausto ofrecido por Noé. El hombre que quiere acercarse a Dios sea para agradecerle, suplicar su favor, adorarlo o invocarlo como el Gran Creador, no lo puede hacer porque hay pecado en él; sin sangre y sin muerte sobre el altar nadie se puede acercar.

Tenemos al Patriarca Abraham, quien también sabía que sin altar no se puede invocar a Jehová. Muy probablemente Abraham vio un altar en las religiones falsas que conoció en Mesopotamia cuando era un pagano que adoraba ídolos.

Pero las religiones falsas seguro tomaron el altar de los Patriarcas y lo llevaron a sus mentiras. Noten cómo Dios mismo le dijo a Jacob que hiciera un altar en Génesis 35: 1, donde dice: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú”.

Acceder al altar de Dios es estar con Dios. Cuando Dios echa a alguien de su presencia dice que lo quiten de su altar, como en Éxodo 21: 14: “Pero si alguno se ensoberbeciere contra su prójimo y lo matare con alevosía, de mi altar lo quitarás para que muera”; en el antiguo pueblo de Dios quitar a un hombre del altar era condenarlo a muerte.

El altar de los Patriarcas, al igual que la Cruz, era el lugar donde se colocaba la víctima y se derramaba el sacrificio, y es la única forma de acercarse a Dios.

Al llegar el tabernáculo y el templo, dentro de ellos se colocaba el altar con un diseño diferente, en madera y bronce, pero con la misma función, es el lugar donde se quema la víctima y donde la sangre se derrama.

La víctima se coloca sobre madera, al igual que se clavó el cuerpo del Señor Jesús. El fuego ardiendo de la madera sobre el sacrificio representa la ira de Dios sobre el cuerpo de Cristo; cuando nuestros pecados estuvieron sobre su cuerpo en el madero, la ira de Dios ardió como fuego sobre su cuerpo, pero Él aplacó esa ira por la eficacia de su sacrificio. Así el altar de los Patriarcas, y su versión posterior en el tabernáculo y en el templo, son una sombra de la Cruz.

Pero Cristo supera a la sombra, como enseña Hebreos 13: 10, que dice: “Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo”. Aquellos cristianos de origen hebreo no debían regresar al judaísmo, ni comer de la carne de las ofrendas ofrecidas en el altar del templo judío, porque Cristo es un altar superior del cual aquellos judíos inconversos no tenían derecho de comer, pues ellos se quedaron con la sombra y rechazaron la realidad que la produce.

Rechazaron que Cristo es el supremo altar de Dios y es la víctima inocente que se debe ofrecer sobre él, para que cualquier hombre pueda acercarse a Dios y ser perdonado y hecho agradable delante del Gran Creador.

Noten como en la creación de Dios primero es la sombra y luego el cuerpo que la produce. El altar de los Patriarcas está muy al principio de la historia y de la revelación, y aún allá en ese comienzo Dios ya nos hablaba de la grandeza de la Cruz, única forma como el hombre puede acercarse a Dios.

Sin la Cruz, que es el altar y la víctima sobre él, nadie podrá acercarse jamás al Gran Creador. Lo dijo Dios en sombras en el pasado y hoy se proclama con plena claridad.

¡Oh, Señor! Que tu pueblo ofrezca a los seres humanos inconversos la grandeza de este altar como única forma para que ellos se acerquen al Dios viviente y verdadero, y lo hagan sin distorsiones, sin contaminaciones, sin diluciones de esta gran verdad que desde la antigüedad lo proclamas por medio de sombras, como en el caso del altar de los Patriarcas.

Y que tu Espíritu Santo haga que muchos al oír pura la Palabra de la Cruz, la Palabra del altar de Dios y la víctima sobre él, se arrepientan de sus pecados y sean salvos al pie de tu altar; que no lo vean como una locura sino como máxima sabiduría de Dios. Te lo pedimos en el Nombre de Cristo, Amén.

 

El altar de los Patriarcas -Poesía-

 

El primer hombre que ha caído

Acercarse a Dios él no sabía;

En su mente no había entendido

Cómo al Creador agradaría.

 

Constrúyeme altar de piedras,

Dijo la divina revelación;

Sin altar ni víctima sobre ellas

no puede haber aproximación.

 

De rocas fue el primero construido,

Eterno decreto, es duradero;

Luego en madera, por bronce protegido,

Pues Cristo murió sobre un madero.

 

Sin altar ni sangre no hay apertura,

Otra cosa es abominación,

Pues la grandeza de la Cruz prefigura,

Solo en ella hay reconciliación.

 

De los Patriarcas el altar,

En las sombras de la Cruz lo veré;

Su enseñanza voy a meditar 

Y al impío la presentaré.

 

¡Oh, Señor! Es tu sabiduría

La que el mundo siempre ha rechazado,

Que en tu pétreo altar moriría

El mismísimo Dios encarnado. Amén.

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