16. Sombras posparto

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Sombras post parto

En Levítico, capítulo 12, versículos del 1 al 8, así dice el Señor, “Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda. Y al octavo día se circuncidará al niño. Mas ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación. Y si diere a luz hija, será inmunda dos semanas, conforme a su separación, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre. Cuando los días de su purificación fueren cumplidos, por hijo o por hija, traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino o una tórtola para expiación, a la puerta del tabernáculo de reunión, al sacerdote; y él los ofrecerá delante de Jehová, y hará expiación por ella, y será limpia del flujo de su sangre. Esta es la ley para la que diere a luz hijo o hija. Y si no tiene lo suficiente para un cordero, tomará entonces dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y otro para expiación; y el sacerdote hará expiación por ella, y será limpia”.

Recordemos que Levítico es el libro de la santidad. Primero la santidad de Dios, luego la santidad del tabernáculo, después la santidad del sacerdocio y de las ofrendas, y termina con la santidad del pueblo. “Sed santos, porque yo soy santo”, dice el Señor en 1 Pedro 1: 16.

Dios primero les hace ver en ellos mismos la impureza, depravación total, usando la inmundicia ceremonial para llevar al pueblo a la santidad por medio de la expiación. Esta inmundicia ceremonial es otra manifestación de la genialidad didáctica de Dios.

Dios establece esa inmundicia externa o ceremonial prohibiéndoles tocar o comer cierto tipo de animales en Levítico 11. Y en Levítico 12 los hace regresar al origen del pecado y su transmisión a todo hombre, estableciendo inmundicias externas o ceremoniales ligadas al parto de una mujer, y dando una sola forma, única, de ser limpiados de ellas, la expiación. 

¿Por qué una mujer era declarada “inmunda ceremonial” cuando daba a luz un hijo? Porque trae un pecador al mundo y por la sangre derramada durante el parto. ¿Por qué la mujer debía permanecer tantos días en inmundicia ceremonial, 80 días por una niña y 40 días por un varón? Era una larga y humillante lección acerca de su pecado y la necesidad de la expiación. ¿Cuál pecado? ¿Acaso era pecado tener un hijo? No. Esto es un recordatorio del pecado original que estaba en ella y en el niño.

Al considerar su pecado original, y todo pecado que ella ha cometido en su vida, por 80 días, sin poder acercarse a la presencia de Dios para adorar, ¿Se imaginan cuánto deseo se despertará en una mujer piadosa por que llegue el día 80, el día de la expiación, el día de la purificación?

Noten como Dios, en su genialidad didáctica, a través de estas figuras exalta la Cruz y nos habla de su eficacia. La expiación con un sustituto animal limpia la inmundicia ceremonial; pero la expiación con un sustituto, Dios hombre, quita la verdadera inmundicia del corazón putrefacto que nos trajo a toda la raza caída el pecado de nuestros primeros padres.

Si viajamos en la máquina del tiempo y nos imaginamos la vida de una mujer israelita piadosa en los días de Moisés, veremos que después de haber dado a luz una niña es inevitable la alegría por tan grande regalo de Dios. Pero comienzan a pasar los días y esta mujer piadosa no puede ir a la casa de Dios, a adorar a quien le dio tan grande regalo, entonces piensa en su pecado, que viene desde sus primeros padres como le enseñó claramente Moisés, y desea intensamente no tener ninguna inmundicia que le impida acercarse a la casa de Dios, ni ceremonial ni de corrupción radical en el interior de su alma, e inicia su anhelo de ser mucho más santa cada día, porque Jehová su Dios es santo.

Y comienza a mirar su única salvación, la expiación del día 80, y a entender más la necesidad de esta expiación y su significado profundo. ¿Será que el animal que voy a ofrecer puede quitar también la inmundicia de mi alma? Ella medita profundamente y se responde a sí misma: -Creo que no-. ¿Entonces, cómo seré verdaderamente limpia, santa delante de Jehová, el Santo Dios?

Y el Espíritu Santo la ilumina: -Ese animal que vas a ofrecer representa a un sustituto perfecto que Jehová nos dará, y Él si quitará toda inmundicia-. Y esta sabia mujer se dice a sí misma: -Lo sabré más profundamente cuando venga el hijo de Eva que herirá en la cabeza a la serpiente, cuando venga la simiente de Abraham en el cual serán benditas todas las naciones de la tierra, cuando venga el profeta como Moisés que nos enseñará todas las cosas. Entre tanto, haré lo que me mandó Jehová y en el día 80 de mi posparto traeré a Jehová un sacrificio de mi expiación, y Él me librará-.

¿Pueden ver la genialidad didáctica de Dios para llevarnos a anhelar y a mirar la Cruz mucho más, representada en aquella expiación? ¿Pueden ver la eficacia de la Cruz para quitar la inmundicia de nuestro corazón, enseñada a través de nuestra limpieza ceremonial? ¿Pueden ver cómo el Señor asocia nuestra necesidad de la Cruz con todas las cosas de esta vida?

En una sombra de la Cruz, ya vista, vimos cómo la asoció con el acto de comer, cuando les exigía a los hebreos derramar la sangre de los animales en la tierra. Ahora vemos como el Señor, en su genio didáctico, relaciona nuestra necesidad de la Cruz con cosas tales como tener un hijo, y de esa manera nos enseña aún más sobre ella, y la engrandece más y más en nuestro corazón. 

¡Oh, Señor! Que podamos asociar la Cruz con cada cosa de esta vida y que veamos constantemente y con frecuencia su grandeza y eficacia, y la admiremos más y más, de tal manera que nuestra fe crezca para enfrentar toda dificultad cotidiana, con la seguridad que el que creyere en la Cruz será salvado, tanto de sus dificultades temporales como de la condenación eterna.

Creemos en tu Cruz Señor, y en lo que has dicho: “Y el que creyere en él, no será avergonzado”, Romanos 9: 33.

 

Sombras posparto -Poesía-

 

Santidad es la demanda

De Dios para su nación;

Impureza es cosa nefanda,

Limpiarla requiere expiación.

 

Dios crea externa inmundicia

Para el pecado representado, 

Aunque el parto es buena noticia,

Del santuario te va a alejar.

 

Dos cosas en tu corazón

Oh, madre piadosa al pensar,

Alegría por hermoso don

E inmundicia que debes limpiar.

 

Ochenta días de espera, 

Volver a la casa de Dios,

Dolor al quedarme por fuera

De Jehová queriendo ir en pos.

 

Solo una es mi esperanza,

La sangre de aquella expiación;

Quita mi inmundicia y alcanza

Mi total restauración.

Oh sombras de la Cruz en posparto,

Didáctica sin igual del Señor;

Amor por la Cruz les imparto,

Impactante es su claro fulgor. Amén.

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