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17. El Leproso que recuperó su sombra

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El leproso que recupero su sombra

En Levítico 14, versículos 1 al 7 se lee: “Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Esta será la ley para el leproso cuando se limpiare: Será traído al sacerdote, y éste saldrá fuera del campamento y lo examinará; y si ve que está sana la plaga de la lepra del leproso, el sacerdote mandará luego que se tomen para el que se purifica dos avecillas vivas, limpias, y madera de cedro, grana e hisopo. Y mandará el sacerdote matar una avecilla en un vaso de barro sobre aguas corrientes. Después tomará la avecilla viva, el cedro, la grana y el hisopo, y los mojará con la avecilla viva en la sangre de la avecilla muerta sobre las aguas corrientes; y rociará siete veces sobre el que se purifica de la lepra, y le declarará limpio; y soltará la avecilla viva en el campo”.

En Levítico, el libro de la santidad, Dios está llevando a Israel hacia la santidad por medio de la inmundicia ceremonial, y a su purificación por medio de la expiación. Vimos ya los casos de la inmundicia ligada a la comida de origen animal y la inmundicia ligada al parto. 

Ahora Dios usa su genialidad didáctica y habla sobre la inmundicia ligada a la enfermedad. Dios escoge ciertas enfermedades de la piel y las declara lepra. Noten como Dios quiere hacer visible el pecado con todas sus nefandas consecuencias. Para los hebreos había una clara asociación entre la enfermedad, el castigo de Dios y el pecado, especialmente en el caso de la lepra. 

Cuando alguien era declarado leproso, algo que les correspondía a los sacerdotes, perdía todo, hasta su sombra; perdía su familia, su trabajo, su vida social, su posibilidad de adorar a Jehová, debía vivir fuera del campamento en una horrible condición.

¿Había alguna posibilidad de sanarse de la lepra en aquel tiempo? No; solo existía una, que Dios la sanara. No había medicamentos o intervención humana alguna, al igual que con el pecado que contamina hoy el alma humana; Esa contaminación, esa culpa, esa contaminación que llevamos los hombres en el alma por causa de nuestros pecados y la restauración de la imagen de Dios, solo pueden ser hechas por la gracia de Dios.

Así pues, si Dios sanaba a un leproso este debía cumplir un rito de purificación, que es una sombra de la Cruz, y esta es una obra de arte entre las sombras vistas.

Las dos avecillas son tipos de Cristo; una de su muerte y la otra de su vida, al tiempo que tipifica la liberación y salvación del pecador.

El cedro es la mejor madera. Antes el pecador leproso era un árbol podrido, pero ahora es un cedro plantado en la casa de Jehová, como dice Salmos 92: 12.

La grana es una tinta de origen animal, roja, que simboliza la sangre, y complementa la imagen ritual, o tipológica, pues en las aves pequeñas había muy poca sangre.

El hisopo es una hierba aromática. Ahora el pecador tiene aroma de vida, cuando antes era olor de muerte.

El vaso de barro nos recuerda el cuerpo humano que viene del polvo de la tierra. Un cuerpo humano, obviamente el del Señor Jesús, estará involucrado en la verdadera expiación que tipifica este rito.

Las aguas corrientes son contrarias a las aguas estancadas, son aguas vivas que simbolizan al Espíritu Santo. Esta sombra es muy completa.

Rociar siete veces hacia el objeto que se purifica significa una obra perfecta, eficaz.

La avecilla muerta representa la muerte expiatoria del Señor Jesús. Las dos corrientes mezcladas, sangre y agua, representan la sangre de Cristo para justificación y el agua de Cristo para santificación. La avecilla sumergida y luego liberada simboliza la liberación y la restauración perfecta del pecador. Después de haber perdido hasta la sombra, el pecador es restaurado total y perfectamente a la imagen de Dios. 

Y como esa ave liberada, después de ser sumergida en la sangre y el agua de Cristo, canta libremente en el campo una melodía que solo ella, y los que son como ella, pueden aprender y cantar. El canto del ave liberada es el gozo del alma salvada.

¿Puede ver la hermosura y el detalle de esta sombra de la Cruz? ¿No le provoca inclinarse, con reverencia, ante el Maestro de maestros en el arte de comunicar y enseñar, y decirle: “En verdad, Señor Dios, no hay nadie como tú”? Nadie hizo algo tan maravilloso como la Cruz, y nadie puede comunicar ni enseñar de la manera en que tú comunicas y enseñas”

Ahora entendemos mejor por qué el Señor Jesús, al sanar a los leprosos les decía: “Id, mostraos a los sacerdotes”, Lucas 17: 12. ¿Usted, creyente del nuevo pacto, puede entender esta y otras sombras de la Cruz? Ni los sacerdotes ni los judíos del antiguo pacto pudieron entender y admirar esta grandiosa hermosura.

¡Oh, Señor! Realmente, tu eres quien realmente excede a todas las hermosuras, y tu obra en la Cruz es la máxima sabiduría y la mayor manifestación de tu grandeza y de tu hermosura.

Las sombras de la Cruz son una flecha que Cristo lanza a nuestro corazón, y lo hace explotar de admiración y gratitud por recibir la expiación y por poder entenderla, admirarla y proclamarla.

Gracias Señor porque en este día soy un ave salvada por la Cruz que canta el gozo del alma liberada, y lo cantará por toda la eternidad. Amén.

 

La Sombra que vuelve -Poesía-

 

Oh sombra de la Cruz anhelada,

En mi agenda te tenía escrita;

Anhele escribirte hermoseada

Pues eres mi favorita.

 

Genialidad de Dios hemos visto,

Que a la lepra llamó inmundicia; 

Si inmundo soy, ya no existo,

Hasta mi sombra mató con sevicia.

 

Mi sanidad vino del cielo,

La mano de Dios así lo quiso;

Mi plaga desaparece y al vuelo

Al sacerdote voy, me es preciso.



Dos avecillas el rito solicita,

Cedro, hisopo y grana;

Agua y sangre en vasija ya agita

El sacerdote que ve mi piel sana.

 

La viva avecilla es sumergida 

En mezcla preciosa de liberación;

Como la primera avecilla que dio su vida,

La muerte de Cristo me dio una canción.

 

El canto del ave que así fue bañada

Es mi canto glorioso y de admiración;

Pues yo soy la avecilla que fue liberada

Y Cristo el sufriente y degollado pichón. Amén.

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