Números 19: 1 al 13, así dice el Señor: “Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: Esta es la ordenanza de la ley que Jehová ha prescrito, diciendo: Di a los hijos de Israel que te traigan una vaca alazana, perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo; y la daréis a Eleazar el sacerdote, y él la sacará fuera del campamento, y la hará degollar en su presencia. Y Eleazar el sacerdote tomará de la sangre con su dedo, y rociará hacia la parte delantera del tabernáculo de reunión con la sangre de ella siete veces; y hará quemar la vaca ante sus ojos; su cuero y su carne y su sangre, con su estiércol, hará quemar. Luego tomará el sacerdote madera de cedro, e hisopo, y escarlata, y lo echará en medio del fuego en que arde la vaca. El sacerdote lavará luego sus vestidos, lavará también su cuerpo con agua, y después entrará en el campamento; y será inmundo el sacerdote hasta la noche. Asimismo, el que la quemó lavará sus vestidos en agua, también lavará en agua su cuerpo, y será inmundo hasta la noche. Y un hombre limpio recogerá las cenizas de la vaca y las pondrá fuera del campamento en lugar limpio, y las guardará la congregación de los hijos de Israel para el agua de purificación; es una expiación. Y el que recogió las cenizas de la vaca lavará sus vestidos, y será inmundo hasta la noche; y será estatuto perpetuo para los hijos de Israel, y para el extranjero que mora entre ellos. El que tocare cadáver de cualquier persona será inmundo siete días. Al tercer día se purificará con aquella agua, y al séptimo día será limpio; y si al tercer día no se purificare, no será limpio al séptimo día. Todo aquel que tocare cadáver de cualquier persona, y no se purificare, el tabernáculo de Jehová contaminó, y aquella persona será cortada de Israel; por cuanto el agua de la purificación no fue rociada sobre él, inmundo será, y su inmundicia será sobre él”.
En sombras de la Cruz anteriores ya hemos hablado de la inmundicia externa en Israel, una estrategia didáctica genial que Dios usó para hablar de la inmundicia interna, la del corazón, la que realmente debe ser purificada, que está en todo hijo de Adán, después de la caída, y que brota en forma de malos pensamientos, homicidios, adulterios, pornografía, homosexualidad, transexualidad, hurtos, mentiras, borracheras. Todo hombre necesita ser purificado de esa inmundicia con una purificación interna.
Y Dios enseña la necesidad de la purificación interna por medio de la purificación externa. Los israelitas se hacían inmundos externamente al tocar un cadáver y de otras maneras; y necesitaban para su purificación externa ser rociados con un agua preparada con las cenizas de una vaca alazana, sacrificada por el Sumo Sacerdote, que cumplía un rito con ella; y todo esto es una maravillosa sombra de la Cruz.
La palabra “alazana” significa “rojiza” y obviamente alude al rojo de la sangre de Cristo. La vaca debía ser perfecta, como Cristo fue perfecto en todo, y era degollada fuera del campamento como Cristo murió crucificado fuera del campamento. Con la sangre de la vaca el Sumo Sacerdote rociaba siete veces hacia la parte delantera del tabernáculo. Ya aprendimos que esto significa una obra perfecta, expiación perfecta que da purificación perfecta, la cual se encuentra solo en la muerte del Dios hombre.
La vaca quemada al fuego nos habla del infierno que Cristo padeció en la Cruz, por lo cual Él dijo: “Tengo sed”, Juan 19: 28. Añadir madera de cedro, hisopo y escarlata a la hoguera en que se quema la vaca nos habla de vigor, aroma delicioso y vida que se derrama en lugar de otro, lo cual se cumple solo a partir de la Cruz.
El que siendo inmundo externamente y no fuese rociado con aquella agua será cortado del campamento. Todo hombre es inmundo desde que nace. Si no es rociado, hablando simbólicamente, con la sangre de Cristo, será expulsado eternamente del campamento de Dios, y será arrojado a un fuego eterno porque no se purificó de su inmundicia interna.
En Hebreos, capítulo 9, versículos 13 y 14, así dice el Señor. “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”.
En Juan, capítulo 13, versículo 8, el Señor dijo a Pedro: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”.
¡Oh, Señor! Los hombres no pueden ver su inmundicia interna, ellos se creen limpios y menosprecian la Cruz, lo único que puede purificarlos. Solo tu Señor puedes abrir los ojos de los hombres para que vean toda la suciedad que hay en sus corazones, anhelen ser purificados y miren la Cruz, aquel precioso manantial de sangre de Emanuel, que purifica a cada cual que se sumerge en Él.
¡Oh, Señor! Tu pueblo conoce este manantial purificador, pero muchos no le muestran al hombre su inmundicia, sino que quieren que los hombres inmundos crean en ti sin ver su propia inmundicia; por eso les dicen que Dios los ama y que tiene un plan maravilloso para ellos, aun estando ellos inmundos, lo cual es falso y es un grandísimo error; Dios aborrece a los inmundos.
¡Oh, Señor! Concede a tu pueblo la valentía y el entendimiento de tu Palabra, para llevar a los inmundos al precioso manantial por medio de una puerta estrecha. Y una vez allí, salva a muchos con aquel poder purificador de la Cruz, el cual es invencible y no puede ser detenido. Usa estas sombras de la Cruz para dar valentía y entendimiento a tu pueblo, te lo suplico en el Nombre de Jesucristo, Amén.
Sombras, cenizas y gotas -Poesía-
¡Oh! Qué genial enseñanza
De su sabiduría emana,
A Dios dad alabanza
Por aquella vaca alazana,
En Israel la inmundicia externa,
Si el hombre se ha contaminado,
Será expulsado a una caverna,
Si no procura ser purificado.
Al Sumo Sacerdote traer
Aquel rojizo bovino,
En fuego hacedlo arder,
Hasta cenizas, por mandato divino.
Cenizas y gotas mezcladas
Rociad sobre aquel hombre inmundo,
Tales gotas dejarán limpiadas
La carne mas no lo profundo.
Otras gotas le son necesarias
Al pobre y vil pecador,
Gotas que por Él son vicarias
Que salieron del Buen Salvador.
¡Oh, Señor! Cenizas y gotas,
Sombras de la Cruz nos has dado,
Admiramos las preciosas notas,
Melodías del Crucificado. Amén.