Zacarías 3: 1 al 10: Así dice el Señor: “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh, Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie. Y el ángel de Jehová amonestó a Josué, diciendo: Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre éstos que aquí están te daré lugar. Escucha pues, ahora, Josué sumo sacerdote, tú y tus amigos que se sientan delante de ti, porque son varones simbólicos. He aquí, yo traigo a mi siervo el Renuevo. Porque he aquí aquella piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra hay siete ojos; he aquí yo grabaré su escultura, dice Jehová de los ejércitos, y quitaré el pecado de la tierra en un día. En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera”.
El profeta Zacarías predicó en los días del regreso del exilio babilónico, junto con el profeta Malaquías. Ellos trajeron la Palabra del Dios de Israel al regreso del exilio. Israel necesitaba reconstruir el templo y la ciudad de Jerusalén. La profecía de Zacarías no es fácil, está llena de visiones tipo Apocalipsis, y en medio de ellas está la gloria de la Cruz.
Zacarías anuncia en el capítulo 2 que Jehová vendrá a Jerusalén y morará en medio de ella. Pero antes sus futuros residentes deben ser purificados, como se muestra en el ejemplo de la purificación del Sumo Sacerdote de esa época, llamado Josué.
La purificación del Sumo Sacerdote Josué es una obra de la Cruz. Primero se presenta a Josué delante del Ángel de Jehová, la segunda persona de la Trinidad, y delante de Satanás, quien lo acusa de sus pecados. Pero el Ángel de Jehová defiende a Josué diciendo que “…es un tizón arrebatado del incendio”, Vs. 2.
Es decir que Josué estaba listo para el fuego eterno, lo merecía, pero fue arrebatado, sacado de allí, y esto es lo que hace la Cruz. La Cruz hace Propiciación, quita la ira de Dios sobre el pecador y luego lo viste de la justicia de Cristo; como vemos en el pasaje, que el Ángel de Jehová mandó vestir de su justicia, la de Cristo.
Luego de ser expiado, sustituido, propiciado o aplacada la ira de Dios, justificado o cancelada su culpa, santificado o purificado de su maldad en el corazón, a Josué solo le queda vivir una vida de obediencia y esperar sus recompensas en la casa de Dios.
¿Cómo se haría todo esto? En el versículo 8 dice: “He aquí, yo traigo a mi siervo el Renuevo”; ese Renuevo es Cristo, “…única piedra hay siete ojos”, es decir, la roca eterna que tiene la suprema sabiduría inmutable y eterna de Dios. Por medio de ella, dice el versículo 9, “…quitaré el pecado de la tierra en un día”.
La Cruz quita el pecado de la tierra, asegura la santificación perfecta del pueblo escogido de Dios y del globo terráqueo, lo cual ocurrirá en la segunda venida de Cristo.
Este pasaje termina con una imagen de la prosperidad del Antiguo Testamento, una prosperidad que, como sucedía en aquella época a las personas que vivían en ese Israel antiguo, y que apunta a la prosperidad eterna que tendrán todos los redimidos como el Sumo Sacerdote Josué.
Dice el versículo 10 que “En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera”; esta figura de debajo de su vid y de su higuera significa prosperidad, y es usada también en los días de Salomón, donde la prosperidad del pueblo era máxima. Esta prosperidad es la paz eterna, la salud eterna, el bienestar eterno, la vida eterna a la sombra de la Cruz.
Así pues, esta visión mostrada al profeta Zacarías es una sombra de la Cruz, de su maravillosa obra de salvación. Nos recuerda otras sombras anteriores que nos hablaron de justificación y purificación. Pero aquí, con este calificativo especial, somos tizones arrebatados del incendio.
¡Oh! Qué maravillosa es la grandeza de la Cruz. ¡Oh, Señor! Engrandece la Cruz en nuestros corazones. Danos el conocer mucho más la anchura, la longitud, profundidad y altura del amor de Cristo, para que seamos llenos de toda la plenitud de Dios y nos uses para arrebatar a otros tizones del gran incendio que vendrá.
¿Pueden ver el gran incendio que vendrá? ¿Pueden ver a muchos seres humanos quemándose sin consumirse en el fuego del infierno por rechazar la maravillosa obra de la Cruz? ¿Pueden imaginar los dolores de estos seres humanos que son tizones no arrebatados del incendio? ¿Pueden ver los tormentos en sus almas? ¿Pueden ver sus miedos, su ansiedad y su depresión, pero experimentados eternamente y sin descanso? ¿Pueden ver cuán grande es ese incendio, y cuán grande es haber sido un tizón arrebatado del fuego por la obra de la Cruz? ¿Pueden ver que eso fue lo que Cristo padeció? Cristo fue un tizón no arrebatado del incendio porque Él padeció el incendio por nosotros. ¿Pueden ver lo que Cristo hizo por nosotros para arrebatarnos de aquel incendio?
¡Oh, Señor! Crea en nosotros un corazón más agradecido con la obra de Nuestro Señor Jesucristo al recordar estas palabras. ¡Somos tizones arrebatados del incendio!
Tizones arrebatados del incendio -Poesía-
¿Cómo volverte un poeta?
A la sombra de un profeta
Por el que has entendido
que tizón eres encendido,
Y del infierno estás a la puerta.
Y si dicho profeta ha pronunciado
Que tienes gran abogado,
Que al diablo mismo reprenda
Quien no reconoce la ofrenda
Que por mí, Dios ya ha propiciado.
Por tal ofrenda he recibido
De Dios un nuevo vestido.
De mí han caído los trapos
De mis viejos harapos,
De mi pasado perdido.
Por la Cruz se ha pagado
Mi deuda de pecado.
Y vestidura de la realeza,
Con mitra limpia en mi cabeza,
Ya no puedo ser acusado.
Antes podré yo ministrar
Ante Dios y en su altar,
¡Pues el Renuevo ha venido!,
Salvación me ha concedido,
Nadie me la puede arrebatar.
Cómo no volverte poeta
A la sombra de tal profeta.
Satisface mis antojos
La piedra de siete ojos,
Y su amor mi corazón aprieta. Amén.