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El amor y el conocimiento

A través de los muchos años que llevo al frente de algunas instituciones teológicas, y también como pastor, he podido ver una triste realidad en medio del pueblo evangélico: Entre más crecemos en conocimiento, más decrecemos en amor. Cuando la lógica de Cristo y de las Sagradas Escrituras es lo contrario: El crecimiento en el conocimiento debe redundar en una multiplicación del crecimiento en amor, pues, el conocimiento verdadero me lleva a comprender quién en Dios, y el conocimiento de Dios me lleva a ser más y más como él; y él es amor.
Es por esa razón que cada vez más me convenzo que buena parte del conocimiento que los cristianos cultivamos no es más que un conocimiento racional, el cual se queda en la mente, incrementando nuestro orgullo – el conocimiento espiritual, como le llamaba Pablo (Col. 1:9), está en crisis.
Ya creo entender a qué se refería Pablo cuando dijo: el conocimiento envanece, más el amor edifica.
Si sólo nos limitamos a poder procesar en nuestros códigos mentales las doctrinas más profundas de la Biblia, pero esto no es bañado por la presencia del Espíritu, y no es elevado a Dios en humilde oración; no será más que raciocinio improductivo, frío, vacío y orgulloso.
El verdadero conocimiento espiritual, que no excluye el procesamiento racional, me humilla hasta lo sumo; y cuando me encuentro en el polvo alabando a Dios por permitirme arañar polvos menudos de su Voluntad revelada; entonces no hay oportunidad para el engreimiento, sino para amarlo a él y amar a mis hermanos, quienes así como yo, son grandes ignorantes de la profundidad del misterio de Dios y de Su insondable Palabra.

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