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7. Cristo en Abel

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7. Cristo en Abel

Génesis 4: 1 al 9: “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató. Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”.

Hebreos 11: 4: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella”.

El siguiente personaje en el que podemos ver a Cristo es Abel, hijo de Eva por generación ordinaria. Cristo es hijo de Eva al ser hijo de una hija de Eva, María de Nazaret, pero por generación extraordinaria en un nacimiento virginal. El nombre de Abel significa “Vanidad”; su madre se da cuenta que el hombre sin Dios es vanidad. El Nombre de Cristo significa “Salvación”, “Jehová salva”, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados y de toda vanidad.

Abel fue pastor de ovejas, Cristo es el buen pastor que da la vida por sus ovejas y no pierde ninguna de ellas. Abel fue recto y obediente, aunque nació pecador; la gracia de la Cruz lo hizo recto y obediente. Cristo no nació pecador y fue obediente como ninguno, su obediencia es parte de la salvación de los suyos. Abel fue un hombre de fe que agradó a Dios. Cristo es el autor de toda fe verdadera que exista en algún ser humano. Abel entregó una ofrenda adecuada, el primogénito, lo mejor de sus ovejas, en contraste con la religión falsa e inadecuada, hipócrita e inconversa de su hermano. Cristo mismo se ofreció como ofrenda, el unigénito del Padre, en contraste con el templo contaminado y la religión por obras de sus opositores fariseos y saduceos.

Abel fue odiado sin causa, Cristo fue odiado sin causa, a pesar de hacer a miles muchísimo bien. Abel fue envidiado por su hermano, Cristo fue envidiado por sus hermanos. Pilato se dio cuenta que lo estaban entregando a la muerte por envidia. Abel fue asesinado por su hermano, Cristo fue asesinado por sus hermanos. La sangre de Abel clama desde la tierra por justicia y venganza; la sangre de Cristo es la sangre más elocuente, que clama desde la tierra por perdón y perfecta salvación para aquellos por los que fue derramada, como vimos en el episodio de la serie “Las sombras de la Cruz” titulado “La sangre elocuente”.

Abel fue aceptado por Dios y tuvo testimonio de ser justo. Cristo fue aceptado por Dios, lo testifica su resurrección; si la obra de la Cruz no hubiera sido perfecta Cristo no hubiera salido vivo del santuario, tal como los sacerdotes morían dentro del tabernáculo si su ofrenda no era hecha perfecta; pero Cristo resucitó, salió vivo del santuario celeste porque su ofrenda fue perfecta, porque su testimonio de perfección y de justicia fue la gloria de la suprema sabiduría de Dios. Y nuestra aceptación ante Dios depende de la aceptación de Cristo.

Y el buen testimonio de Abel continúa, permanece hasta hoy. El testimonio de Cristo permanecerá por toda la eternidad. Cristo es el verdadero Abel, y por haber ofrecido tan grande sacrificio el diablo ha salido para perseguirlo y para matarlo, como Caín salió a perseguir y a matar a su hermano.

El diablo quiere matar a los que son de Cristo, sabiendo que le queda poco tiempo, como está escrito en Apocalipsis 12: 10 al 17, así dice el Señor: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”.

¿Pueden ver la similitud entre la historia de Abel y el asesinato que su hermano cometió contra él, y la historia de Cristo con el enemigo de nuestras almas, el diablo y todos los que están unidos a él? ¿Pueden ver la riqueza de estos tipos de Cristo en el libro de Génesis? ¿Pueden ver cómo el Padre ama al hijo y lo presenta a través de la vida de otro hijo de Eva, Abel? ¿Pueden ver de nuevo la genialidad de la enseñanza de nuestro Dios?

¡Oh, Señor! Aumenta nuestro deseo por ver a Cristo más y más a lo largo de toda la Escritura, y que ese deseo nos lleve a anhelar mucho más nuestro encuentro con Él al momento de nuestra muerte. Como Abel cuando murió y fue recibido por ti en el cielo, así nosotros estemos saturados del deseo de ver a Cristo, cuando llegue nuestra hora de partir de esta vida. Te lo pedimos en su Nombre Santo. Amén.

Cristo en Abel -Poesía-

 

Otro hijo das a nuestra madre Eva,

Lo nombra “Abel” porque ve solo vanidad.

El menor la gracia lleva,

El mayor es príncipe de maldad.

 

Cuando llega el tiempo de adorar,

Su corazón lleno de fe y rectitud,

El mejor cordero trae al altar

De verdadera adoración y plenitud.

 

Su hermano arde de envidia

Pues su religión fue rechazada,

Con odio y con perfidia

Su maldad es consumada.

 

Teatro desconocido es este

Cuando se escucha de tal homicidio;

Se ignora que a Cristo represente

La sangre de tal fratricidio.

 

¡Oh, Señor! Agudiza nuestro entendimiento,

Como el águila que vuela en lo alto;

Veamos a Cristo con discernimiento,

Y digamos a Él, solo a Él: ¡Yo le exalto! Amén.

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