En Deuteronomio 18: 15 dice el Señor: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”.
También estaremos atentos a toda la información que tenemos sobre Moisés en los cinco primeros libros de la Biblia.
Moisés dice: “Profeta…como yo”. Tales palabras indican que el hijo de Eva prometido, la simiente de Abraham, sería como Moisés. Lo veríamos a Él en Moisés. Es que Moisés es tan destacado, como tipo de Cristo, que amerita que llamemos a Cristo “El segundo Moisés”, aunque Las Escrituras no lo llamen de esa manera.
Hay muchas similitudes entre el primer Moisés y el segundo Moisés, pero sólo señalaremos las más destacadas en un par de episodios.
Comencemos diciendo que Moisés nació esclavo, en miseria, y luego vivió en un palacio como hijo de un rey. Cristo nació en un pesebre y luego vive en el palacio de su Padre, el Gran Rey.
Cuando Moisés nació su pueblo estaba bajo dominación extranjera, y fue perseguido por el rey para asesinarlo, siendo un bebé. Cristo igual, y fue perseguido por Herodes para ser asesinado.
De Moisés no sabemos nada entre su niñez y su adultez. De Cristo vemos algo muy similar.
Moisés fue tentado con placeres y poder, como nos enseña la carta a los Hebreos, 11: 24. y los rechazó. Igual Cristo fue tentado por el diablo, grandemente, y venció toda tentación, Mt 4: 1.
Cuando Moisés se manifestó a sus hermanos, ellos lo rechazaron, y él huyó y fue a tomar una esposa extranjera. Cristo igual, su esposa, la Iglesia, es mayoritariamente una extranjera.
Moisés fue pastor de ovejas; Cristo es el Gran Pastor de las ovejas.
Dios le dio a Moisés milagros para que fuera reconocido por sus hermanos como redentor. A Cristo también. Hay una asociación asombrosa entre el primer milagro de Moisés y el primer milagro de Cristo, ambos tienen que ver con la serpiente; Moisés convierte su vara en serpiente, y a Cristo su madre le dice: “No tienen vino” Jn 2: 3 y Él le dice, extrañamente: “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora” Jn 2: 4. Esta extraña respuesta cobra sentido si la asociamos con el primer milagro de Moisés, ambos interactuarían con la serpiente, Moisés tomándola de la cola, y Cristo aplastando su cabeza. ¿Cómo aplastaría Cristo la cabeza de la serpiente? Muriendo en la Cruz. Ahora si tiene sentido aquella extraña respuesta.
El segundo milagro de Moisés también tiene una relación especial con los milagros de Cristo, limpiar la carne de la horrible lepra. ¿A cuántos leprosos limpió Jesús?
Moisés se desempeñó como profeta, sacerdote, rey, mediador y redentor. Cristo tiene todos esos oficios.
La agenda de Moisés es igual a la de Cristo, preste mucha atención: Moisés realiza la redención y produce el éxodo fuera de la tierra de esclavitud, luego lleva al pueblo al bautismo en la nube y en el mar, como enseña 1 Cor 10: 1 y 2; de ahí los lleva al desierto para ser probados, después los lleva al pie del Monte Sinaí donde les entrega los Diez Mandamientos, La Ley.
Cristo tiene la misma agenda, Él fue declarado Redentor señalado por su Padre; Simeón dijo: “…han visto mis ojos tu salvación” Lc 2: 30. Más tarde Jesús va al bautismo de Juan y de ahí va al desierto para ser probado, tentado. Luego lleva a sus discípulos al pie del Monte de las Bienaventuranzas y da su Ley, que conocemos como el Sermón del Monte.
Lo anterior nos muerta la igualdad no solo en la agenda de ambos, ratificando que Cristo es el segundo Moisés, sino también que Cristo es el verdadero Israel, pues él hizo el mismo recorrido que hizo esta nación, guiada por Moisés.
En los profetas veremos que Israel es una vid, la vid de Dios. Y Cristo dice en el evangelio de Juan: “Yo soy la vid verdadera” 15: 1. Cristo es el segundo Moisés, es el verdadero Israel. Dos enseñanzas muy importantes para poder entender mejor el plan de Dios en el cual lo segundo es superior a lo primero, y lo deja obsoleto.
El segundo Moisés es el verdadero Redentor, y el segundo Israel es realmente el verdadero Israel, juntamente con todos los que están unidos a Cristo por medio de la fe.
No es obedeciendo a Moisés que somos salvos, sino creyendo en el segundo Moisés. No es perteneciendo al primer Israel que somos salvos, sino perteneciendo al segundo Israel. No es por las obras, guiadas por el primer Moisés, sino por gracia, por la obra del segundo Moisés. ¿Pueden ver la grandeza del Crucificado cuando lo llamamos el segundo Moisés?
¡Oh, Señor! No cesamos de admirarnos de tu plan eterno; vemos que eres uno solo y que infaliblemente se cumplirá.
¡Oh! Cuánta seguridad de salvación nos dan estas sombras del Crucificado, y cuánta seguridad de la destrucción de los que se rebelan contra Cristo, quien, como el primer Moisés sepultó a sus enemigos en el abismo de agua salada, así los sepultará en un abismo de fuego.
¡Oh, Señor Jesús! Ven pronto y manifiéstate a muchos como el segundo Moisés; te lo pedimos en el Nombre de Cristo, Amén.
Cristo, el segundo Moisés, primera parte -Poesía-
Dos niños siendo nacidos
Por reyes fueron perseguidos,
Fueron largamente esperados,
No pudieron ser asesinados.
Ambos rechazados,
Su huida fue ligera;
Ambos se casan
Con una mujer extranjera.
Milagros Dios
Puso en sus manos
Para ser reconocidos
Por sus propios hermanos.
Moisés,
Tu vara convierte en serpiente;
Toma su cola,
No la mires de frente.
Jesús, Hijo mío,
Tú herirás su cabeza;
Herirla de muerte,
Por tu muerte, cumplirás la promesa.
Segundo Moisés
A Cristo hoy llamo.
Pesa más que el primero,
Gramo por gramo.
Rey, sacerdote, profeta,
Gran redentor;
Solo al segundo
Demos gloria, honra y honor, Amén.