En Deuteronomio 18: 15 dice el Señor: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”.
También estaremos atentos a toda la información que tenemos sobre Moisés en los cinco primeros libros de la Biblia.
En la primera parte de “Cristo, el segundo Moisés” vimos las similitudes en la agenda de ambos, hasta dar al pueblo La Ley al pie de un Monte, Moisés en el Monte Sinaí y Cristo en el Monte de las Bienaventuranzas.
De allí Moisés construyó el tabernáculo, la morada de Dios en medio del pueblo, según el diseño que se le dio en el Monte. Cristo construye la Iglesia, que es la casa de Dios.
Moisés luego unge el tabernáculo con aceite. Cristo unge la casa de Dios derramando sobre ellos su Espíritu Santo.
Más tarde Moisés establece el culto de adoración en el tabernáculo, los sacrificios, holocaustos, ofrendas, sacrificios de paz, el sacerdocio. Cristo establece el culto de adoración en su Iglesia, la oración pública, los cánticos, la predicación expositiva de La Palabra.
Moisés lavó a Aarón y a los hijos de Aarón, que eran los sacerdotes. Cristo lavó a sus doce discípulos, como lo vemos en Juan, capítulo 13.
Moisés fue guía del pueblo durante toda la peregrinación en el desierto, y los llevó hasta el borde de la tierra prometida, porque él no pudo entrar ahí.
Cristo dijo: “…yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” Mt 28: 20. Él estará con nosotros durante toda nuestra peregrinación y, sin duda, Él nos entrará a la tierra prometida.
Moisés descendió del Monte donde hablaba con Dios con su rostro resplandeciente. Cristo se hizo todo resplandeciente en el Monte de la transfiguración.
Moisés envió 70 ancianos para ayudarle con el cargo de gobernante del pueblo, y luego envió doce espías a la tierra prometida para ayudarle a diseñar la estrategia de conquista.
Cristo también envió dos misiones. Una con doce discípulos a predicar el evangelio por todas las aldeas de Galilea, y otra con 70 discípulos, ambas para ayudarle en las labores del reino.
Moisés fue un gran mediador y Dios escuchó su oración muchas veces; pidiendo a Dios Moisés logró que no destruyera cuando se encendía su ira; cuando Moisés oraba cesaba la mortandad que la ira de Dios había iniciado en el pueblo.
Cristo es el gran mediador entre nosotros y Dios y vive eternamente para interceder por nosotros, su pueblo.
Moisés fue el hombre más manso sobre la tierra. Cristo dijo: “…aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” Mt 11: 29. Sin duda fue más manso que Moisés.
Moisés, antes de morir, nombró un sucesor, Josué. Cristo, antes de morir, prometió un sucesor suyo, el Espíritu Santo, y lo envió.
Cuando Moisés murió su cuerpo muerto quedó sin sepultura conocida, y hubo una disputa entre ángeles por su cadáver, como lo relata la epístola de Judas.
Cristo, aunque su sepultura fue conocida por el sepulcro de José de Arimatea, su cuerpo no fue encontrado porque resucitó, y hubo una batalla relacionada con su cuerpo; los gobernantes del pueblo, de seguro influenciados por Satanás y sus ángeles aliados, difundieron mentiras con respecto a su cuerpo, que sus discípulos lo habían robado. Mientras que estos discípulos, guiados por los ángeles de Dios e instruidos por el propio Señor, difundieron la verdad, proclamando que había resucitado. Hubo una verdadera batalla entre las mentiras del diablo y de sus ángeles malvados, y la verdad de Dios que fue dicha a sus discípulos por los ángeles elegidos y por el propio Señor. Allí se puede ver un tipo en la disputa de los ángeles por el cuerpo de Moisés y la disputa por las mentiras relacionadas por el cuerpo de Cristo.
¿Pueden ver estas tremendas similitudes entre el primer Moisés y el segundo Moisés? ¿Pueden ver que realmente Cristo es el segundo Moisés, el que construyó la verdadera casa de Dios, la Iglesia? ¿Y el que la guía en el desierto hasta el final de su peregrinación? ¿Y el que la lleva con toda seguridad hasta la tierra prometida? ¿Pueden ver que solo Él nos lavó con su sangre, y nos hizo para Él reyes y sacerdotes, para que reináramos con Él para siempre?
¡Oh, Señor! Cuán grande es el segundo Moisés y qué privilegio para nosotros ser sus siervos. Concédenos amarlo y servirle fielmente, hasta que lo veamos en el cielo. Y al lado de Él veremos al primer Moisés, quien lo tipificó tan maravillosamente.
Llévanos pronto, Señor, a ver cara a cara al segundo Moisés, te lo pedimos de todo corazón, en el Nombre de Cristo. Amén.
Cristo, el segundo Moisés, segunda parte -Poesía-
Diseño Dios le dio en el Monte
Para construirle tabernáculo;
Moisés, en tu labor ya ponte,
Morada para Dios, su receptáculo.
Segundo Moisés, la misma labor
Con piedras vivas construirás
Mi Iglesia, mi gran amor,
Mi esposa por la que morirás.
Setenta ancianos yo te daré,
Doce espías tú enviarás;
Estos dos números repetiré
Pues en Cristo otra vez los verás.
Su cuerpo será disputado
Por ángeles en batalla campal;
Mentiras de Cristo han contado,
Negar que está vivo, no hay mayor mal.
Oh, Cristo, Moisés me ha dibujado
Tus maravillas a través de él;
Deseo verte pronto, Oh resucitado,
Mi alma te anhela, Oh Cordero fiel. Amén.