El libro de Éxodo, capítulo 25, versículos 23 al 30 dice: “Harás asimismo una mesa de madera de acacia; su longitud será de dos codos, y de un codo su anchura, y su altura de codo y medio. Y la cubrirás de oro puro, y le harás una cornisa de oro alrededor. Le harás también una moldura alrededor, de un palmo menor de anchura, y harás a la moldura una cornisa de oro alrededor. Y le harás cuatro anillos de oro, los cuales pondrás en las cuatro esquinas que corresponden a sus cuatro patas. Los anillos estarán debajo de la moldura, para lugares de las varas para llevar la mesa. Harás las varas de madera de acacia, y las cubrirás de oro, y con ellas será llevada la mesa. Harás también sus platos, sus cucharas, sus cubiertas y sus tazones, con que se libará; de oro fino los harás. Y pondrás sobre la mesa el pan de la proposición delante de mí continuamente”.
En Levítico 24: 5 al 9, así dice el Señor: “Y tomarás flor de harina, y cocerás de ella doce tortas; cada torta será de dos décimas de efa. Y las pondrás en dos hileras, seis en cada hilera, sobre la mesa limpia delante de Jehová. Pondrás también sobre cada hilera incienso puro, y será para el pan como perfume, ofrenda encendida a Jehová. Cada día de reposo lo pondrá continuamente en orden delante de Jehová, en nombre de los hijos de Israel, como pacto perpetuo. Y será de Aarón y de sus hijos, los cuales lo comerán en lugar santo; porque es cosa muy santa para él, de las ofrendas encendidas a Jehová, por derecho perpetuo”.
Continuamos nuestro recorrido tipológico por el tabernáculo de Moisés. Ya cruzamos por Cristo, la puerta. Ya entendimos a Cristo, el altar de bronce, el altar de la justificación. Ya nos lavamos en Cristo, la fuente de bronce, la fuente de la santificación. Ya tenemos las condiciones necesarias para entrar al lugar santo, “…la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” Hb 12: 14.
Ahora cruzamos la cortina del Lugar Santo y vemos una mesa de oro, un altar de oro y un candelabro de oro. Vamos a ver cómo la mesa de oro nos habla de Cristo. Una “mesa” en La Escritura es símbolo de comunión, cercanía, familiaridad, relación íntima. Si el tabernáculo es el palacio de Dios, la mesa de oro es su comedor, donde el rey comparte en intimidad con su familia.
Así que después de tener la justificación y santificación adecuadas, por medio de la Cruz, Dios nos invita a una cena íntima con Él.
La mesa está hecha de madera cubierta de oro, como ya vimos, esto representa la humanidad y la divinidad de Cristo, quien es la mesa de madera y de oro, el lugar de encuentro entre nosotros y Dios.
En el diseño de la mesa vemos que tiene una moldura y una cornisa, lo cual le da la apariencia de poseer una corona. Una corona de oro, obviamente, habla de Cristo y de su majestad real.
La mesa tiene cuatro anillos de oro, en las cuatro esquinas, por las cuales pasan cuatro varas de madera y oro para transportarla, lo cual nos muestra que la comunión, que representa esta mesa, y la provisión que hay sobre ella, el pan de la proposición, estarán con el pueblo de Dios donde quiera que Él mismo los guíe, por medio de la columna de nube y de fuego, en su recorrido por el desierto. Así también Cristo será nuestra comunión y nuestra provisión de pan de vida durante toda nuestra existencia.
Con la mesa se hicieron platos, cucharas y otros utensilios, esos platos eran usados para servir el pan que comían los sacerdotes cada día de reposo. Cada sacerdote usaba su plato de oro y comía su pan mostrando que Dios provee lo necesario a cada uno para su comunión con Él.
Y aunque somos una familia, tenemos con Él una comunión personal; y cada ocho días habría una renovación con el cambio de los panes por unos panes nuevos. Los panes que estuvieron en la mesa de proposición durante la semana, eran reemplazados por unos panes nuevos en el día de reposo, mostrando con esto cómo nuestra comunión con Cristo se renueva de día del Señor en día del Señor cuando entramos en el Lugar Santo, pues esos sacerdotes que comían el pan sagrado nos representan a nosotros, que comemos el pan y tomamos el vino cada día del Señor, en la santa cena, en la Iglesia, que para nosotros es el Lugar Santo.
Noten la importancia de esta renovación cada día del Señor; resalta aún más la importancia que tiene asistir a la Iglesia en el día del Señor, comer el pan y beber el vino. Allí se produce tal renovación con la Palabra de Dios y su presencia especial, junto con la Santa Cena. Esto nunca puede ser reemplazado por mirar el culto por internet o alguna otra cosa así.
Las cucharas que se fabricaron eran para tomar el incienso sagrado y ponerlo sobre los panes nuevos, que se convertían en un símbolo de Cristo, quien dijo: “Yo soy el pan de vida” Jn 6: 35. El pan aromatizado representa la ofrenda en olor fragante del cuerpo de Cristo, plenamente aceptado por Dios, y quien es nuestra comida cuando nos sentamos a la mesa de oro a cenar con El Padre Santo.
Así Cristo es la mesa de oro en la que nos sentamos a comer con Dios y el pan de vida, aromático, fragante, dulce, delicioso, deleitoso, que comemos delante de Dios. Su dulzura es indescriptible y es solo para los sacerdotes de Dios. En el Nuevo Testamento, el Nuevo Pacto, todos los creyentes somos sacerdotes y comemos de este dulcísimo pan.
Los panes puestos sobre la mesa de oro son doce, representando a las doce tribus de Israel, las cuales a su vez representan a todos los escogidos, a la Iglesia de Cristo. Para que todo hombre tenga un lugar en la mesa de oro debe comer el pan de vida que está sobre ella, de lo contrario no tendrá parte alguna en esta maravillosa cena entre Dios y el hombre.
Ese pan está continuamente delante de Dios, los sacerdotes lo cambiaban constantemente y siempre estaba sobre la mesa. Esto indica que esta comunión lograda por la Cruz es perpetua, nunca va a cesar, nadie la puede interrumpir, nada puede hacer que uno de sus escogidos sea apartado de dicha comunión, como está escrito: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores” Slm 23: 5a.
Los tazones para hacer libación, de los que habla nuestro texto, hacen el oficio de copas donde se servía el vino, para tomar al mismo tiempo que comíamos el pan; como está escrito: “…mi copa está rebosando” Slm 23: 5c.
¿Pueden ver lo exitosa que es la Cruz para restaurar la comunión íntima con Dios? Y esto ya lo tenemos aquí y ahora en la era de la fe, por medio del uso de los medios de gracia. Pero muy pronto lo tendremos a la vista, cuando Cristo cumpla las palabras que dijo: “Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” Mt 26: 29.
¡Oh, Señor! Ven pronto. Queremos más íntima comunión contigo en la mesa de oro. ¡Oh! Si, ven Señor Jesús. Amén.
Cristo, la mesa de oro -Poesía-
Aborrecible, sucio y advenedizo
Estaba el pueblo por el Padre escogido;
Sacrificio Jesús por ellos hizo,
Los hizo sentar en mesa de oro muy pulido.
Grandiosa comunión les dio con su Padre,
En el comedor del rey ellos están;
La Cruz tal privilegio les abre
Con el Altísimo beber vino y comer pan.
Tal compañerismo les será eterno,
No hay nada que de Él los prive,
Pues tienen unión con el Salvador fraterno,
Quien murió por ellos y en el cielo vive.
Cristo se mueve cual la dorada mesa
Que en el desierto siempre tiene sus panes,
Comunión y provisión les adereza,
Nos quita miedo, dolor y afanes. Amén.