En Éxodo 25: 31 al 40 dice el Señor: “Harás además un candelero de oro puro; labrado a martillo se hará el candelero; su pie, su caña, sus copas, sus manzanas y sus flores, serán de lo mismo. Y saldrán seis brazos de sus lados; tres brazos del candelero a un lado, y tres brazos al otro lado. Tres copas en forma de flor de almendro en un brazo, una manzana y una flor; y tres copas en forma de flor de almendro en otro brazo, una manzana y una flor; así en los seis brazos que salen del candelero; y en la caña central del candelero cuatro copas en forma de flor de almendro, sus manzanas y sus flores. Habrá una manzana debajo de dos brazos del mismo, otra manzana debajo de otros dos brazos del mismo, y otra manzana debajo de los otros dos brazos del mismo, así para los seis brazos que salen del candelero. Sus manzanas y sus brazos serán de una pieza, todo ello una pieza labrada a martillo, de oro puro. Y le harás siete lamparillas, las cuales encenderás para que alumbren hacia adelante. También sus despabiladeras y sus platillos, de oro puro. De un talento de oro fino lo harás, con todos estos utensilios. Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte”.
En nuestro recorrido tipológico por el tabernáculo de Moisés nos encontramos con el lugar santo, en el cual tuvimos una maravillosa cena de comunión íntima con Dios en la mesa de oro que es Cristo, comiendo el pan de vida servido sobre esa mesa que es Cristo; pan para las doce tribus, que representan la Iglesia, y que siempre están delante de Dios, quien les provee siempre a Cristo, su pan de vida.
Pero esta cena gloriosa pudo ser llevada a cabo gracias a otro elemento hallado en ese lugar santo, el candelero de oro puro. Dicha tienda no tiene ventanas, no recibe la luz natural del sol y toda la luz que hay allí viene de este candelero. Donde no tuviéramos esa fuente de luz estaríamos en completas tinieblas acerca del conocimiento de Dios y de su plan para la humanidad.
Eso nos hace retroceder hasta la creación, que fue hecha pensando en la Redención, y allí aparecen las tinieblas; el plan de Dios incluye el mal. Pero, para combatir el mal Dios envió la luz, como está escrito: “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” Jn 1: 5.
En el lugar santo vemos otra vez esa polarización en el plan de Dios, la luz contra las tinieblas, y aquí la luz proviene del candelero de oro puro, el cual es un tipo de Cristo, quien dijo: “Yo soy la luz del mundo” Jn 8: 12.
El versículo 31 comienza diciendo que este candelero debe ser hecho de oro puro; eso lo hace el elemento más costoso del tabernáculo. Se utilizaría para la realización del mismo un talento de oro puro, que eran aproximadamente 136 libras de oro, cerca de 70 kilos de oro puro de nuestra medida actual. Eso nos habla del altísimo valor de la persona de Cristo.
Él vale más que todo lo que hay en el cielo y en la tierra, su valor es infinito. Por eso su muerte pudo cancelar una deuda infinita y librar a los pecadores de un castigo eterno. Pero el hecho de que sea de oro puro también nos habla de su pureza, no hay mancha alguna en Cristo, no hay escoria alguna en Él; ni el más pequeño punto de impureza hay en el cuerpo o en el alma del Señor Jesucristo.
Pero ese oro puro habla también de su belleza; nada es tan bello como Él ni en el cielo ni en la tierra. Como dice el libro de “Cantar de los cantares”, capítulo 5: 16: “…todo él codiciable…”. El oro es el metal de los reyes, Cristo el rey perfecto en toda su hermosura, es lo que vemos al mirar este candelero.
Ese oro puro no se deteriora, es en extremo durable; como está escrito: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” Hb 13: 8. Su sabiduría no se deteriora, su poder, su amor, su justicia, que muy pronto vendrá para castigar al pecador, no se deterioran.
Pero ese oro puro fue labrado a martillo, dice nuestro texto. En Hebreos 2: 10 dice: “…perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos…”.
Este candelero está montado sobre una base y se llama “Su pie”; y el pie o la base del candelero, la cual le da una estabilidad inamovible, no puede ser derribado; Cristo, por su grandeza y su poder, no puede ser derribado.
El candelero también tiene una barra central llamada “caña”, de la cual salen seis brazos, formando siete puntos para colocar siete copas o lamparillas, para el aceite con las mechas que producirán la luz. Una luz de siete brazos es una luz perfecta; siete rayos de luz forman una luz perfecta. Esa luz es una señal de vida eterna, de conocimiento eterno, de comodidad y de alegría eternos; es la persona perfecta que realiza la obra perfecta de salvación.
Y ¿Para quiénes es esta luz perfecta? ¿Para quiénes es esta salvación perfecta? Para los sacerdotes que son los únicos que pueden entrar en aquel lugar y hacer los oficios de aquel tabernáculo. Y aquellos sacerdotes son tipo de la Iglesia, nos representan a nosotros que somos el “…real sacerdocio…” 1 Pd 2: 9, así que esta obra perfecta, de luz perfecta, de oro perfecto y puro, es para los sacerdotes de Dios.
Cada uno de aquellos que nos hemos arrepentido en que Cristo es la única luz que alumbra este mundo y hace esta obra perfecta. Es una obra perfecta dirigida a un grupo escogido, y aunque tal luz puede ser llamada “La luz del mundo”, en este mundo de tinieblas la mayoría están ciegos, y no la pueden ver. Solo un milagro, que les devuelva la vista, les dejará ver esta luz resplandeciente, o sea, el nuevo nacimiento, la conversión.
Las copas, que están sobre los brazos del candelero, tienen la forma de una flor de almendro. Aquella era la primera flor del año cuando producía los primeros frutos; era una flor muy blanca, la cual toma un significado importante cuando la vara de Aarón, en el libro de Números, capítulo 17, que era una vara de almendro, dio flores y frutos; una vara muerta dio flores y frutos vivos, lo que nos habla de la resurrección.
Así, aún en el candelero, la flor de almendro nos habla de la gloriosa resurrección; blanca, como Cristo vestido de blanco y resplandeciendo más que el oro puro. Cristo resucitó y fue declarado Hijo de Dios con poder, por la resurrección de entre los muertos. Flores y frutos en el candelero del tabernáculo nos hablan de la hermosura de Cristo en el paraíso recuperado de Dios.
Finalmente, la forma como las lamparillas alumbraban hacia adelante para que la luz cayera también sobre el propio candelero, mostrando la obra en Cristo de atraer a todos los suyos hacia sí mismo, exhibiendo en Su Persona la gloria perfecta de Dios; y también al Espíritu Santo, que todo lo que hace es para mostrar la gloria de Cristo.
¿Pueden ver cuán grande es el resplandor de Cristo en el candelero de oro puro? ¡Oh, Señor! ¡Estamos maravillados con la gloria de Cristo vista en este objeto maravilloso! Y esto nos hace desear todavía más verlo a Él con nuestros propios ojos. Déjanos ver a Cristo pronto, ¡Oh, Padre!, ¡Con nuestros propios ojos! Te lo suplicamos en Su Nombre Santo, Amén.
Glorioso Cristo -Poesía e himno-
Poesía de origen alemán, escrita en 1667, y uno de nuestros gloriosos himnos, el número 244, de nuestro himnario “Celebremos su Gloria”.
Glorioso Cristo, Rey de lo creado,
Hombre y Dios, te doy loor;
Quiero amarte, mi dulce amigo,
Corona mía y Salvador.
Bello es el campo,
Más aún los bosques
En la estación primaveral;
Cristo es más bello,
Cristo es más puro,
Que al alma triste gozo da.
Bella es la luna, es el sol más bello,
Y las estrellas, sin igual;
Pero el Cristo es quien más brilla
En todo el Reino celestial.
Bellas las flores, bello es el hombre
En su lozana juventud;
Más su belleza pronto perece,
Sólo es eterna en Jesús.
De tierra y cielo toda la hermosura
Se muestra en Cristo, mi Señor;
Nadie merece cual Jesucristo
Nuestra alabanza y nuestro amor. Amén.