En Éxodo 30: 1 al 10 dice el Señor: “Harás asimismo un altar para quemar el incienso; de madera de acacia lo harás. Su longitud será de un codo, y su anchura de un codo; será cuadrado, y su altura de dos codos; y sus cuernos serán parte del mismo. Y lo cubrirás de oro puro, su cubierta, sus paredes en derredor y sus cuernos; y le harás en derredor una cornisa de oro. Le harás también dos anillos de oro debajo de su cornisa, a sus dos esquinas a ambos lados suyos, para meter las varas con que será llevado. Harás las varas de madera de acacia, y las cubrirás de oro. Y lo pondrás delante del velo que está junto al arca del testimonio, delante del propiciatorio que está sobre el testimonio, donde me encontraré contigo. Y Aarón quemará incienso aromático sobre él; cada mañana cuando aliste las lámparas lo quemará. Y cuando Aarón encienda las lámparas al anochecer, quemará el incienso; rito perpetuo delante de Jehová por vuestras generaciones. No ofreceréis sobre él incienso extraño, ni holocausto, ni ofrenda; ni tampoco derramaréis sobre él libación. Y sobre sus cuernos hará Aarón expiación una vez en el año con la sangre del sacrificio por el pecado para expiación; una vez en el año hará expiación sobre él por vuestras generaciones; será muy santo a Jehová”.
Éxodo 30: 34 al 38: “Dijo además Jehová a Moisés: Toma especias aromáticas, estacte y uña aromática y gálbano aromático e incienso puro; de todo en igual peso, y harás de ello el incienso, un perfume según el arte del perfumador, bien mezclado, puro y santo. Y molerás parte de él en polvo fino, y lo pondrás delante del testimonio en el tabernáculo de reunión, donde yo me mostraré a ti. Os será cosa santísima. Como este incienso que harás, no os haréis otro según su composición; te será cosa sagrada para Jehová. Cualquiera que hiciere otro como este para olerlo, será cortado de entre su pueblo”.
Hemos aprendido, en nuestro estudio tipológico del tabernáculo de Moisés, que en sus elementos puede verse el recorrido que debe hacer el pecador: Entrar por Cristo la puerta, ser justificado por Cristo el altar de bronce, ser santificado por Cristo la fuente de bronce; tener comunión con Dios por medio de Cristo la mesa de los panes y ser iluminado por Cristo el candelero de oro.
Pero ahora, al llegar al siguiente elemento, el altar del incienso, vemos que también puede ser el recorrido de Cristo en el plan de Dios. Cristo viene al mundo para hacerse la puerta; muere en sacrificio sustitutivo como enseña el altar de bronce; se hace la fuente que lava al pecador, como muestra la fuente de bronce; se hace mesa de comunión y luz que ilumina al mundo, como muestran la mesa y el candelero; y luego, al llegar al altar de incienso, se hace el gran intercesor en favor de su pueblo.
Mientras el altar de bronce nos habla de la muerte de Cristo, el altar del incienso nos habla de su vida, como dice Hebreos 7: 25: “…por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”.
La función de este segundo altar -de bronce- depende del primero -de incienso-; el sacrificio de Cristo es la base para su intercesión a favor de aquellos por los que murió. El incienso es un símbolo de la oración de Cristo.
Para que las especias aromáticas se conviertan en un fino polvo y se puedan colocar sobre un tizón ardiendo, tomado del altar de bronce, debían machacarse y molerse tal como Cristo fue molido en la Cruz, y el resultado de su muerte fue ese aroma maravilloso que llenaba toda la casa de Dios, incluido el Lugar Santísimo donde está el trono de Dios.
Eso es Cristo y su obra para su Padre, un aroma delicioso. Cuando Cristo abre su boca para interceder por nosotros, su Padre percibe ese aroma delicioso gracias a su obra perfecta en la Cruz.
Dicho altar del incienso tenía cuernos, y ya aprendimos que simbolizan el poder de su intercesión. Ese altar era cuadrado, y tal como aprendimos significa la perfección de su intercesión.
El altar tenía una cornisa, o corona de oro, lo que nos muestra su coronación después de su crucifixión. En el tabernáculo vemos el recorrido que Cristo hace: primero muere en la Cruz, altar de bronce, luego es coronado rey y es hecho Sumo Sacerdote intercesor, el altar del incienso. Ese altar tenía anillos de oro y varas para su desplazamiento, lo cual nos muestra su intercesión a nuestro favor durante toda nuestra peregrinación. No importa en dónde estemos, Cristo estará intercediendo siempre por nosotros.
Este altar estaba ubicado delante del velo, junto al arca, delante del propiciatorio, justo donde Dios se encontraba con Moisés. Esto nos muestra que la intercesión de nuestro Sumo Sacerdote es hecha justo en el rostro de Dios.
El incienso debía ser quemado en la mañana y en la tarde, por todas las generaciones, lo que nos muestra la no interrupción de la intercesión de Cristo a favor de su pueblo. Dios ordena no ofrecer sobre el altar ni incienso extraño, ni hacer ninguna otra cosa sobre él sino quemar el incienso santo y aromático, lo que nos muestra que solo la oración de Cristo es aceptable a nuestro Dios.
Solo una vez al año se haría expiación sobre sus cuernos, junto con la ofrenda por los pecados del pueblo. De nuevo, el poder del sacrificio de Cristo, sumado a Su oración en favor de los suyos, por los que murió, como el ejemplo que tenemos en Juan 17; así oró nuestro Señor: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo” Vs. 9, “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” Vs. 15, “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” Vs. 17, “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí…para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti…para que sean uno, así como nosotros somos uno” Vs. 20a, 21a y 22b.
¿Pueden ver lo poderoso que es Cristo, Nuestro Gran Intercesor, cuando aboga constantemente por nosotros? ¿Pueden ver la grandeza de Cristo, nuestro altar de incienso, y lo importante que es su intercesión a nuestro favor, para completar toda su obra? ¡Oh, Señor! Nosotros te decimos hoy como los israelitas dijeron a Samuel, cuando llenos de miedo tenían que enfrentar a los filisteos, enemigos más numerosos y mejor armados que ellos: -Samuel, no ceses de orar por nosotros-.
¡Oh, Señor Jesús! Nosotros hoy te decimos: -Rey nuestro, tu Gran Sumo Sacerdote Intercesor, nuestro altar de incienso, por favor, no ceses de orar por nosotros-. Amén.
Llévame, Señor –Poesía-
Hermosa poesía escrita por el poeta español Pedro Padilla, en el siglo XVI.
Llévame, Señor tras ti,
El olor de tus ungüentos,
Y el fruto de los tormentos,
Que padeciste por mí.
Y que el corazón de suerte
Ocupe yo en tu memoria,
Que no procure otra gloria
Sino tu Cruz y tu muerte.
Dame gracia, Jesús mío,
Porque me halle brevemente
Al bien del cielo ferviente
Y al del mundo helado y frío.
Lléveme, Señor tras ti
El olor de tus ungüentos,
Y el fruto de los tormentos
Que padeciste por mí. Amén.