“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”
El matrimonio es ayuda constante y perseverante. El matrimonio es uno de los mejores espacios para practicar el amor al prójimo, la entrega total, la ayuda sacrificial, deponer nuestros propios y personales intereses con el fin de ayudar al otro a que alcance las alturas de los propósitos divinos.
Esa es la razón por la cual Dios consideró que era bueno para el hombre tener una esposa, y obviamente, también es bueno para la esposa tener un esposo. Y entre los dos empezar a construir una sociedad mutua, como una empresa mutua, donde cada uno aportará de corazón sincero sus dones, talentos, capacidades y virtudes para que esta empresa llamada matrimonio pueda florecer, crecer, fortalecerse y llegar a ser un faro radiante de luz que ilumine con su belleza al mundo que Dios creó.
Por lo tanto, evitemos que, aun estando casados, la soledad nos invada e ingrese como abrupto enemigo a romper aquello que fue destinado para el compañerismo, pues, en muchas ocasiones nos aislamos en nuestros pensamientos, en nuestros prejuicios y egoísmos, especialmente cuando surgen problemas y choques personales; olvidándonos que ahora somos una sociedad de ayuda mutua, de colaboración mutua, de entrega mutua.
Que los problemas diarios que surgen en la relación matrimonial a causa de nuestros pecados e imperfecciones no nos lleven a la soledad, al aislamiento; sino que recordemos siempre que Dios consideró que era bueno para el esposo y la esposa ayudarse, orar juntos, buscar el consejo divino juntos, superar los problemas y las dificultades juntos.
De esa manera honraremos al creador del matrimonio, llevaremos vidas agradables a Dios, experimentaremos la verdadera felicidad que debe producir el matrimonio, y construiremos una sociedad de ayuda mutua.
Oremos este día pidiendo perdón al Cielo por nuestros egoísmos al centrarnos en nosotros mismos, por aislarnos dentro del matrimonio, y pidamos a nuestro Señor Jesucristo que nos dé aún más de Su gracia para superar nuestro intrínseco egoísmo, mortificándolo cada día con una vivencia experiencial de la ayuda mutua dentro del matrimonio.
Pr. Julio C. Benítez