“Y Moisés respondió: Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros ancianos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir, porque tenemos solemnidad de Jehová” (Éx. 10:9).
La adoración solemne a Dios requiere la participación de todos los miembros de la familia, y, además, que estemos dispuestos a usar todo lo que tenemos para él.
La respuesta de Moisés a la pregunta del faraón, respecto a quiénes irán al desierto a adorar a Jehová, no era una forma religiosa de sacar al pueblo de Egipto, ocultado el real propósito de ser libres de la esclavitud; Moisés estaba diciento la total verdad: Dios quiere que salgamos de Egipto para adorarlo, pues, no podemos hacerlo de manera plena y libre en esta tierra pagana, y debemos ir a la tierra escogida por Dios, Canaán, donde estaba el Paraíso.
Pero, los padres de familia no podemos ir a adorar solos, pues, el único Dios verdadero requiere la consagración de toda la familia, y no solo de las personas, sino que debemos usar todos los bienes que Dios nos da en adoración a Él.
El faraón se opuso a que llevaran a los niños, pues, los quería tener como rehenes, así como Satanás y el mundo quieren retener a nuestros hijos para que no nos acompañen en la adoración congregacional o familiar. Satanás es un enemigo jurado de la piedad temprana, pues, los hijos que crecen siendo iluminados por el evangelio, se opondrán al avance del reino de la oscuridad.
Por lo tanto, al hacer nuestros devocionales, al participar de la adoración en la iglesia local, al servir al Señor, no descuidemos a nuestros hijos. Que ellos vayan con nosotros, que ellos sirvan con nosotros, que ellos aprendan a amar y servir a Dios con nosotros.
Y esto no solo debe ser para los hijos varones, sino también para las mujeres. Auque ellas no pueden ejercer toda clase de servicio en la iglesia, si pueden adorar como el resto, cantar, leer la Palabra, decir el Amén al final de las oraciones, enseñar a los niños, cantar en el coro, interpretar instrumentos musicales, servir en las mesas, ayudar a los ancianos, entre otros.
De esa manera, si toda la familia se involucra en el servicio al Señor, la familia, la iglesia y la sociedad serán altamente bendecidas.
Pr. Julio C. Benítez