El matrimonio es instrucción familiar

Y sucederá que, cuando mañana te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué es esto?; le dirás: Jehová nos sacó con mano fuerte d Egipto, de casa de servidumbre” (Éx. 13:14).

Los padres israelitas tenían el deber sagrado de usar todos los ritos, fiestas y ordenanzas del Antiguo Testamento para instruir a sus hijos en la historia de la redención, y de manera especial recordarles que ellos no eran pueblo, eran esclavos míseros, pero Dios los amó con amor eterno y los rescató de la dura servidumbre con mano poderosa, con portentos y señales.

Las ordenanzas bíblicas y los ritos que tiene la iglesia cristiana tienen como fin recordarnos los grandes hechos de la redención.

A través del bautismo recordamos nuestra regeneración, que, a través de Cristo, y por el poder del Espíritu, pasamos de muerte a vida; que fuimos sepultados con Cristo y hemos muerto al pecado, y ahora vivimos para Dios en novedad de vida.

Igualmente, la Cena del Señor es un memorial de su muerte en cruz, de cuánto tuvo que sufrir nuestro Señor para convertirse en nuestro Redentor. Nuestra esclavitud al pecado era tal que solo la sangre del bendito Hijo de Dios podía rescatarnos de nuestro estado de miseria.

Por lo tanto, aunque nuestros niños pequeños no pueden ser bautizados ni pueden participar de la Cena del Señor, podemos aprovechar estas celebraciones congregacionales para instruirlos en la grandiosa historia de la Redención. Les enseñamos sobre las consecuencias de la Caída en Adán, y les enseñamos de cómo Dios se hizo hombre y estando en esta condición humanada murió en la cuz del Calvario, sufriendo los más terribles dolores físicos y espirituales, soportó el infierno eterno en el madero, y todo esto con el fin de redimirnos de nuestra esclavitud al pecado, la muerte y el infierno; y así conducirnos al reino de la luz, de paz, de justicia, de gozo y santidad.

Los padres piadosos aprovechan todas estas oportunidades para conducir a sus hijos a una comprensión de las verdades evangélicas, siempre orando por ellos para que el Espíritu Santo obre en sus vidas llevándolos a una fe sincera.

Pr. Julio C. Benítez

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