El matrimonio es protección familiar

Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová de largo aquella puerta y no dejará entrar el destructor en vuestras casas para herir” (Éx. 12:23).

La iglesia del Señor estaba sufriendo en medio de los ataques malvados de los incrédulos. La noche era muy oscura y parecía que el poder de las tinieblas acabaría con el pueblo santo. Pero Dios estaba en control de la situación. La noche oscura desembocaría en una diáfana mañana de esperanza y libertad.

Pero, los padres de familia debían reunirse con sus esposas e hijos para tener una extraña celebración: Se vestirían y ceñirían sus ropas y se pondrían sus calzados. como quien se prepara para un largo viaje. Harían sus maletas y estarían preparados, pues, a cualquier hora deberían partir de Egipto. Pero, antes, se encerrarían en sus casas, sacrificarían un cordero, lo comerían todo, sin dejar nada, y la sangre del cordero la untarían en el dintel de la puerta. ¿Qué significaba todo esto?

Esa noche Dios liberaría al pueblo de Israel de la esclavitud egipcia y los conduciría a la tierra de la bendición, a la tierra prometida, la tierra que fluye leche y miel, la tierra donde estaba el Paraíso.

Y para ello visitaría a Egipto con juicio y destrucción. Dios iba a enviar al ángel de la muerte, el cual mataría a cada primogénito varón de los egipcios. Y, ¿cómo distinguiría el ángel de la muerte las casas de los egipcios incrédulos de las casas de los israelitas creyentes? Por la sangre del cordero puesta sobre el dintel de la puerta.

Toda casa que tuviera la sangre del cordero sería librada de la muerte y la destrucción. 

De igual manera los padres tenemos la enorme responsabilidad de creer en Cristo, de confiar en Él y en su muerte en cruz, de instruir a nuestras esposas e hijos en la fe salvadora; de manera que en las noches más oscuras de la humanidad, mientras el ángel destructor cae con sus juicios sobre los impíos, en las casas de los creyentes se oye la lectura de la Palabra, el canto de los himnos de Sion, las oraciones de los adoradores que comen, por medio de la fe, del Cordero que fue inmolado.

En estas casas de piadosos que instruyen a sus hijos, la destrucción no llegará, sino que serán protegidos de las tinieblas de afuera, y un día, ellos serán tomados por el Señor de la gloria y los sacará a una tierra nueva y un cielo nuevo donde moran la justicia, y donde no habrá más llanto ni dolor.

Pr. Julio C. Benítez

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