“Y si alguien prevaleciere contra uno, dos estarán contra él”. (Ecl. 4:12).
El matrimonio tiene muchos adversarios: La falta de perdón, los celos, los rencores, la falta de dominio propio, el desamor, el egoísmo, el distanciamiento, el silencio pecaminoso, falta de romance, problemas económicos, falta de apetito sexual, la rutina, la inmoralidad, entre otros.
¿De qué manera podremos vencerlos? ¿De qué manera luchar efectivamente contra enemigos tan poderosos? Eclesiastés afirma que es más fácil derrotarlo cuando dos son los que luchan y no uno solo.
Uno solo podrá ser vencido fácilmente, pero dos, uniendo sus fuerzas, podrán diseñar estrategias para derrotarlo. Por lo tanto, vencer a los grandes destructores del matrimonio requiere la participación activa de cada cónyuge, uniéndose en oración, meditación de la Palabra, búsqueda de consejo bíblico, ayunos; y, también, analizar a cada enemigo, cómo suele actuar, cómo entra silenciosamente a la relación, y de qué manera sale huyendo.
Si Adán y Eva se hubiesen unido cuando vino la tentación, la historia fuera otra. Si David hubiese buscado a su esposa cuando la tentación vino, no habría cedido tan fácilmente al adulterio.
Por lo tanto, aprendamos que la unión en el matrimonio es un instrumento divino para conquistar enemigos destructores y acabar con las zorras pequeñas.
Pr. Julio C. Benítez