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El matrimonio es monogamia

Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos” (1 Sam. 1:6).

La poligamia nunca fue el plan de Dios. Al principio Él hizo un hombre y una mujer. Y Cristo solo tiene una esposa: La Iglesia. Todas las instrucciones que se dan para el matrimonio en la Palabra presuponen un esposo y una esposa.

La poligamia fue una distorción del plan original de Dios. En la Ley de Moisés no se condenó por completo, pero se reguló para que no se cometieran los atropellos que se hacían en las sociedades paganas.

La Biblia nos da ejemplos claros de los malos resultados y las muchas complicaciones que traía la poligamia. Las esposas de Jacob, que eran hermanas, entraron en celos y desprecios entre ellas mismas; Agar quiso ponerse por encima de Sara y surgieron los celos y temores; y, en este pasaje, Ana y Penina, esposas de Elcana, se dejaron llevar por los celos, el orgullo y la envidia, lo cual produjo gran sufrimiento para los tres.

La esposa con hijos, Penina, se burlaba de la esposa sin hijos, Ana. Ana caía en grandes tribulaciones, congojas y tristezas al ser así despreciada, aunque era la esposa amada de Elcana.

Hoy día los creyentes no practicamos la poligamia, pero, cuando un esposo le da mucha o más importancia a su madre, a una hermana o a una amiga, lleva a celos a la esposa. O cuando una esposa le da más o mucha importancia a sus padres o familiares o amistades que a su esposo, lo lleva a celos.

Dios nos conceda crecer cada día en el amor a nuestro cónyuge, en la fidelidad, en la exclusividad que le damos; aunque no vamos a romper nuestras relaciones filiales, si es necesario y sano para el matrimonio poner siempre en el primer lugar a nuestro cónyuge.

Pr. Julio C. Benítez

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