“Y Saúl dijo: Yo se la daré, para que le sea por lazo, y para que la mano de los filisteos sea contra él. Dijo, pues, Saúl a David por segunda vez: Tú serás mi yerno hoy (1 Sam. 18:21).
Saúl le había prometido a David que, en recompensa por su heroíca labor a favor del reino de Israel, le entregaría a su hija Merab por esposa, pero, siendo Saúl de un corazón malo e inscontante, no se la dio.
Luego el rey se dio cuenta que David no le era indiferente a su hija Mical, por lo cual decidió aprovechar este sentimiento de ella para tenderle una trampa o sacar provecho a su favor en detrimento de David.
Por lo tanto, el malvado rey utiliza a su hija, sin el consentimiento de ella, para que se case con David, y de esa manera tener acceso a él para matarlo o hacerle daño.
Cuánta maldad hay en el corazón de un padre cuando ve en el matrimonio de sus hijos la oportunidad de sacar algún provecho personal, y hace todo lo que está a su alcance, e idea planes para que el matrimonio se lleve a cabo, solamente para que se pueda alcanzar ese propósito egoísta.
Saúl no se detuvo a pensar en los sentimientos de su hija, ni en el daño que le haría a su corazón, y mucho menos en cuánto ofendía al creador del matrimonio al convertirlo en un arma personal.
Cuidémonos de ver en los matrimonios de nuestros hijos oportunidades ventajosas para algún propósito personal o familiar, excepto, que este matrimonio sea para la gloria de Dios.
Pr. Julio C. Benítez