“Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá” (2 Sam. 12:14).
El pecado de la inmoralidad sexual es muy condenado en la Biblia, así el ofensor haya sido un poderoso rey, como David, quien también fue un escritor de los salmos y un tipo de Cristo.
Ninguno de estos oficios o dones lo libró de ser reprendido y disciplinado por el Dios de justicia, quien no tolera el pecado de la infidelidad dentro de Su pueblo.
David pensó que, como ningún hombre sabía de este pecado de adulterio, excepto él y la atribulada Betsabé, y siendo él el rey, quedaría impune de su maldad; la cual intentó cubrir con muchas artimañas, para que el esposo de Betasabé pensara que era hijo suyo.
Pero ningún hombre podrá librarse de la justicia divina y de los ojos de aquel que mira sobre la tierra y escudriña lo más secreto del corazón de los hombres.
Por lo tanto, David, aunque luego de la reprensión que Dios le dio por medio del profeta Natán, procedió al arrepentimiento y se casó con la viuda Betsabé, recibió el juicio por su pecado, y Dios le causó la muerte a tu pequeño hijo, lo cual afligió en gran manera el corazón de David; además, le anunció que como resultado de este pecado se haría violencia sexual dentro de su misma casa, trayendo algunas desgracias sobre sus hijos y concubinas.
El pecado de la infidelidad es muy grave, y sus consecuencias son peores, así luego se proceda al arrepentimiento y se alcance el perdón divino. Todo lo que el hombre sembrare eso también cosechará.
Oremos para que Dios nos conceda la gracia de huir cuando la tentación sexual venga a nuestras vidas. Y cuando la tentación se torne fuerte, pensemos en las desastrosas consecuencias que eso traerá, así el perdón de Dios en Cristo esté disponible para el pecador arrepentido.
Pr. Julio C. Benítez