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El matrimonio es luchar por el bienestar de la esposa

Y libró David todo lo que los amalecitas habían tomado, y asimismo libertó David a sus dos mujeres” (1 Sam. 30:18).

Los amalecitas, pueblo enemigo de Israel, habían tomado la ciudad donde David y su familia vivían, mientras él estaba con los filisteos en una guerra. Como resultado de la invasión, los amalecitas tomaron cautivas a las mujeres y niños de los hombres de guerra, y también a las dos esposas de David: Ahinoam y Abigail.

Esto destrozó sus corazones, pues, no sabían si sus esposas e hijos estaban vivas o no. A pesar de ser hombre de guerra lloraron en alta voz hasta que les faltaron las fuerzas. Pues, un esposo piadoso desarrolla un amor tan tierno y profundo por su esposa e hijos, que es capaz de llorar hasta la saciedad si algo malo les sucediera.

Pero ellos no solo lloraron, sino que hicieron lo que todo esposo debe hacer: Luchar y buscar la manera de librarlas de la aflicción. Oraron y actuaron.

Por lo tanto, persiguieron a los captores hasta que lograron liberar a sus esposas e hijos.

El esposo ha sido dado como cabeza de su mujer, no para gobernar déspotamente sobre ella, sino para amarla, cuidarla, protegerla, santificarla, proveerle de todo lo necesario.

Un esposo valiente ora todos los días por su esposa, batalla con Dios en oración para que la libre del enemigo cruel, del pecado, de amargura, de odios, de la falta de perdón, del chisme, de la calumnia, de la murmuración, del orgullo, de la vanagloria de la vida, de la incredulidad, y de todo aquello que quiere hacerla cautiva.

Un esposo valiente protege a su esposa de los ataques de otros, de los ataques de la familia.

Maridos, amad a vuestras esposas como Cristo amó a la iglesia, viniendo a este mundo y sacrificándose por ella hasta liberarla de la esclavitud en la cual la tenía Satanás.

Pr. Julio C. Benítez

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