¿Están vigentes los dones de lenguas?

Pregunta:

¿Están vigentes los dones de poder, especialmente el don de lenguas?

Respuesta:

Apreciado Roberto.

 Gracias por enviarnos tu pregunta.

Se que el tema de los dones, que llamamos carismáticos – como el don de las lenguas -, ha sido de mucha controversia en la actualidad. Históricamente las iglesias cristianas han creído que estos dones sobrenaturales, al estar relacionados con la revelación, formaron parte de la vida eclesiástica del primer siglo, cuando no se tenían de manera completa las Sagradas Escrituras; pero que una vez se completó el canon sagrado y la iglesia pudo tener acceso a la revelación completa y final, entonces no se necesitaron más, ni el don de las lenguas, ni el de la profecía ni los otros dones relacionados con la revelación. Esta fue la creencia de la Iglesia en los primeros siglos de la era cristiana, en la reforma evangélica del siglo XVI, en la época puritana (XVII) y en la iglesia moderna hasta comienzos del siglo XX.

Por cierto, los grupos que profesaron reavivar el don de las lenguas y la profecía, en siglos posteriores al I, fueron catalogados como grupos sectarios, pues, por lo general, sus lenguas y profecías iban acompañadas de doctrinas erróneas y declaraciones escatológicas desviadas; por ejemplo, en el siglo II, cuando el don de las lenguas ya había entrado en desuso, porque se consideraba que esto formó parte del tiempo apostólico, surgió un hombre llamado Montano, el cual reclamaba estar viviendo un nuevo pentecostés, con las manifestaciones de las lenguas y profecías. Montano y sus seguidores empezaron a practicar una especie de reavivar espiritual de los carismas del Espíritu Santo, pero realmente eran un grupo sectario: tanto él como sus dos profetizas (Priscila y Maximila) decían experimentar éxtasis que los transportaban espiritualmente, y estando en esa condición predecían a través de supuestas profecías el inminente fin del mundo y la pronta venida de Cristo a la tierra para establecer su reinado milenial. Ellos mandaban a sus seguidores que se reunieran en la ciudad de Pepusa porque allí regresaría el Señor y se establecería la Nueva Jerusalén, que bajaría desde el cielo. Obviamente, en el siglo II no se dio el fin del mundo, ni tampoco regresó el Señor, ni mucho menos descendió la Jerusalén celestial.

Este grupo fue declarado herético por la iglesia patrística.

Luego, en la época de Lutero también surgieron algunos grupos sectarios dentro de lo que se llamó la reforma radical, es decir, en el seno de los grupos anabaptistas, algunos de los cuales reclamaron tener el don de las lenguas y la profecía. Ellos anunciaban también el inminente regreso del Señor para establecer su reino milenial, pero nuevamente se comprobó que era un movimiento falso y herético. Los reformadores evangélicos también estaban de acuerdo con los padres de la Iglesia, en el sentido de que los dones sobrenaturales, como el de las lenguas y la profecía, habían cesado con la muerte de los apóstoles y en especial, porque la Revelación había sido completada con los escritos de los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento.

A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, algunas iglesias llamadas “de santidad”, herederas del metodismo y el pietismo, procurando un despertar en el cristianismo frío y racionalista de esa época, buscaron experimentar un re-avivamiento espiritual y empezaron a reclamar el tener las manifestaciones de dones sobrenaturales como el de las lenguas y las profecías. Nuevamente este movimiento no estuvo ajeno a las excentricidades escatológicas de sus predecesores montanistas y anabaptistas, pues, los nuevos profetas empezaron a hacer declaraciones escatológicas respecto al inminente regreso del Señor, incluso, algunos de estos nuevos «profetas» dieron fechas para este esperado suceso.

El movimiento pentecostal moderno no ha estado excento de escándalos de toda clase, de abusos con el tema de las profecías, y muchas distorciones en el uso de las lenguas.

A mediados del siglo XX el movimiento pentecostal, que había sido exclusivo de nuevas denominaciones surgidas en EEUU como las Iglesias de Dios, las Asambleas de Dios y la Iglesia Cuadrángular; influenció a algunas denominaciones históricas como la Luterana, Bautista, Presbiteriana, surgiendo así el movimiento carismático. Pero este movimiento no sólo llegó a algunas denominaciones históricas, sino también al Catolicismo Romano, donde cobró mucha fuerza, especialmente en las naciones latinoamericanas. Ahora, el movimiento carismático católico, con sus prácticas de las lenguas y profecías, tampoco ha estado excepto de errores, pues, muchas de las profecías que se dan provienen, supuestamente, de la Virgen María.

Luego de este rápido recorrido histórico sobre el reclamo que algunos grupos hacen de haber recibido el don de las lenguas, después de la época apostólica, toca preguntarnos ¿Qué dice la Biblia al respecto?

Bueno, veamos lo que ella dice sobre el don de las lenguas. No tendremos tiempo para ahondar en este complejo tema, pero quiero que vayamos a lo más importante, a lo que guarda estrecha relación con la pregunta inicial.

En el día de pentecostés los creyentes judíos que estaban en Jerusalén, esperando el cumplimiento de la promesa dada por Cristo (Lc. 24.29), en el sentido que no debían moverse en la evangelización hasta cuando hubiesen recibido el poder de lo Alto que los capacitaría para ser testigos y mártires de Cristo, ellos fueron sorprendidos por un viento recio y un temblor, que acompañaron a la venida del Espíritu Santo en una forma especial para quedarse hasta el fin de los tiempos con la iglesia, capacitando a los santos para la obra del ministerio y el avance del Reino de Cristo.

Esta promesa se cumplió ese día y todos los creyentes judíos que conformaron la iglesia de Jerusalén fueron investidos con el poder de lo Alto, evidenciándose esto con el don de las lenguas: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hch. 2:4). Fue algo maravilloso. El regenerador, el santificador, el Paracleto, el que convence al hombre de su pecado, el que trae a las personas a Cristo; Él Espíritu de Dios había venido para quedarse con la iglesia.

Pentecostés tiene un profundo significado para la Iglesia de Cristo, pues, marca el inicio de un poderoso movimiento evangelizador que impactaría en poco tiempo a casi todo el mundo conocido y perduraría hasta el día final. Pentecostés es el inicio de las misiones a todas las lenguas y tribus del mundo.

Ahora, debemos preguntarnos ¿Por qué los creyentes manifestaron la llenura del Espíritu Santo hablando en lenguas o idiomas desconocidos? ¿Qué significaban las lenguas? Bueno, el apóstol Pedro, en el poder del Espíritu se levanta y ante una multitud de judíos y prosélitos (gentiles convertidos al judamismo) da su primer sermón evangélico. 

Uno de los textos tomados es Joel capítulo 2. Pedro dice: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán” (Hch. 2:17-18).

En este pasaje el apóstol Pedro les dice al pueblo judío, que se había reunido para ver este hecho sobrenatural, que las lenguas y las profecías habladas por los creyentes en ese dia, eran una muestra de que habían llegado los tiempos postreros en los cuales el pueblo del Señor sería visitado de una manera maravillosa por Dios, trayendo salvación a todos. Ese tiempo había llegado a través de Jesús, el Cristo, y las lenguas y profecías eran una señal de ello.

Por lo tanto, las lenguas y dones milagrosos tenían como objetivo demostrar al pueblo judío que Jesús si era el Mesías, y que el mensaje proclamado por los apóstoles, y la iglesia en general, venía del cielo. De la misma forma como Dios hizo milagros a través de Moisés para que su pueblo creyera que él era enviado por el Señor, así fue necesario que muchos milagros se hicieran con el fin de confirmar ante los judíos que Dios había puesto al Cristo como Salvador y Señor en Israel.

Las lenguas cumplieron un papel importante en la confirmación de la llegada de la salvación a los gentiles. Los apóstoles y los primeros discípulos, siendo todos judíos, pensaban que el evangelio sería sólo para ellos. De allí que cuando el apóstol Pedro recibe la invitación para predicar el evangelio a Cornelio, un gentil, Dios lo había preparado a través de una visión en la cual le mostraba que ahora él no podría considerar inmundos a los gentiles que recibieran el evangelio.

Esto no fue fácil para Pedro ni para el resto de discípulos, pero el apóstol obedeció la voz del Señor y predicó la Palabra a Cornelio y a su familia, los cuales creyeron en el evangelio, pero ¿de qué manera podría Pedro y el resto de la iglesia judía ver evidencias de que realmente el evangelio también era para los gentiles? Las lenguas cumplieron un papel importante en esto, pues, de la misma manera que en Pentecostés los judíos hablaron, por el Espíritu Santo, lenguas que nunca habían aprendido, los gentiles también hablaron estas lenguas en señal de que el Espíritu Santo los había regenerado e incorporado al cuerpo de Cristo: “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión (los creyentes judíos) que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. (¿Cómo sabían estos judíos que sobre los gentiles había venido el Espíritu regenerador?): porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios (es decir, a través de estas lenguas o idiomas no aprendidos ellos magnificaban el nombre de Dios) (Hch. 10:44-47).

Algo interesante de hacer notar es que las lenguas sirvieron como confirmación de que ellos, los gentiles creyentes, pertenecían a Cristo, y por lo tanto debían ser aceptados en la iglesia, a través del bautismo: “Entonces respondió Pedro (a los creyentes judíos que estaban atónitos): ¿Puede acaso alguno (de ustedes los judíos creyentes) impedir el agua para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?” (v. 47).

La pregunta que se hacen, y se han hecho, algunos estudios de las Sagradas Escrituras es Siendo que las lenguas y dones milagrosos fueron usados como señal ante los judíos de que el cristianismo era aprobado por Dios, entonces, ¿qué sentido tiene el que vinieran nuevos tiempos en los cuales esta señal se iba a manifestar nuevamente?

A pesar de esto, algunos creyentes que reclaman haber recibido el don de las lenguas, profecías y milagros, dicen que los dones de lenguas en pentecostés son distintos a los dones de lenguas mencionadas en las cartas apostólicas y que, por lo tanto, ellos están recibiendo estos dones mencionados en las cartas de Pablo.

Por su parte, muchos comentaristas bíblicos y maestros evangélicos de línea histórica y conservadora afirman que los dones de lenguas, y otros dones de milagros, cesaron en la era apostólica y no volvieron ni volverán a manifestarse más en la iglesia. Para afirmar esto acuden a algunos pasajes conocidos, el más importante es 1 Cor. 13:8 “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará”.

Muchos intérpretes de las Escrituran encuentran en este pasaje la cesación definitiva de las lenguas y profecías en un determinado tiempo, pero la pregunta que nos hacemos es ¿Cuál es el tiempo en el cual cesarán las lenguas y las profecías?

Varias intepretaciones se han dado a este pasaje. El apóstol contrasta lo que es parcial o en parte con lo perfecto. Obviamente lo que él denomina parcial o inmaduro son las profecías y las lenguas, pues, él dice: “Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos, más cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará” (v. 9-10). Por lo tanto, algunos concluyen que lo perfecto que pondrá fin a las profecías y lenguas será la culminación de la revelación, lo cual se dio cuando se cerró el cánon bíblico con el último libro de la biblia, es decir, Apocalipsis. Esto significa que una vez se escribió el último libro de la Biblia cesaron inmediatamente las profecías, las lenguas y los dones milagrosos.

Una evidencia que usan los defensores de esta interpretación es que en los siglos II al IV los discípulos de los apóstoles, los apologistas y los obispos griegos y latinos, a los cuales se les llama Padres de la iglesia, hablaron de los dones milagrosos como algo que había pasado con la era apostólica: “En los primeros días, “el Espíritu Santo cayó sobre los que creían: y hablaron con lenguas,” que no habían aprendido, “conforme al Espíritu.” Estos eran signos adaptados al tiempo. Pues fue el comportamiento tomado del Espíritu Santo en las lenguas, para mostrar que el evangelio de Dios correría a través de todas las lenguas sobre la tierra. Tal cosa fue dada para ejemplo, y luego cesó.” (Agustín, siglo IV).

A pesar de que la historia de la iglesia cristiana es testigo de que los dones milagrosos, como el de las lenguas, no se dieron más, luego de la era apostólica y los primeros años de la patrística, y tampoco se dieron en las eras gloriosas de la reforma o la era puritana; algunos teólogos y maestros actuales (como Wyne Wrudem y John Piper) creen que los dones no cesaron y es posible que Dios los pueda dar hoy a quien él quiera, conforme a los principios de la Escritura, y bajo su autoridad.

Por lo tanto, a quienes pretenden poseer hoy día el don de las lenguas, les recomiendo someterse a la autoridad de las Sagradas Escrituras, la cual contiene varios principios para el uso de este carisma. Si no hay sometimiento a los principios Escriturales, entonces se está en desobediencia al Señor y de seguro que no habrá bendición alguna.

Miremos cuáles son las instrucciones que la Biblia da para el uso del don de las lenguas (1 Corintios capítulo 14):

  • El don de lenguas es inferior al don de profecía, pues, a través de la profecía (que incluye la proclamación de la Palabra de Dios) se edifica a la iglesia (v. 1-5), por lo tanto, no se debiera buscar tanto el hablar en lenguas, sino el profetizar.
  • El don de lenguas debiera ser usado siempre acompañado del don de interpretación (v. 5)
  • En la iglesia siempre debemos orar, hablar y predicar en el idioma de los oyentes, pues,hablar en lengua extraña es como tocar una trompeta desafinada o hablar al aire, porque nadie entenderá nada (v. 6-9)
  • Las lenguas dadas por el Espíritu Santo son idiomas que se hablan en otras partes del planeta, pero que el hablante no aprendió de manera natural. No son geringonsas o articulaciones ridículas, o repeticiones sin control de palabras sin sentido, inventadas por las personas. Si la lengua hablada no tiene la estructura de un idioma, entonces es una falsa lengua. (v. 10, compare con Hechos 2:7-12). Algunas personas se confuden cuando leen 1 Corintios 13:1 y creen que Pablo está diciendo que podemos hablar las lenguas de los ángeles, pero esto es una falacia. Pablo sólo está afirmando que sí nosotros pudiésemos hablar las excelsas lenguas de los ángeles, y no tenemos amor, de nada nos sirve. El apóstol sólo está suponiendo, no está afirmando que podamos hablar lenguas celestiales. El don de las lenguas, claramente, se trata de la facultad de hablar idiomas humanos que no hemos aprendido. Y el don de interpretación, consiste en la capacidad sobrenatural para entender un idioma que no hemos aprendido naturalmente y que otra persona lo habla por la acción sobrenatural del Espíritu Santo.
  • Orar en lenguas, así sea a solas, no trae edificación para la vida cristiana, pues, el entendimiento queda sin fruto, porque no puede comprender lo que su boca habla (v. 14). De manera que el que habla en lenguas debe pedir al Señor el don de interpretarla, así ore a solas, pues, de esa manera podrá comprenderlas y será edificado. Mientras no tenga la capacidad de interpretar la lengua, entonces es mejor, ni siquiera orar a solas en dicho idioma. Sólo se puede orar en lenguas (a solar o en público) cuando se tenga la capacidad de interpretarlas, de esa manera se podrá orar en el espíritu y con el entendimiento. Las dos cosas deben ir juntas. (v. 15-17).
  • Nadie está autorizado para hablar en lenguas durante el culto público o en las oraciones congregacionales, al menos que sean interpretadas. Esto es un abuso del don con el fin de ostentar orgullo espiritual. Ningún predicador está autorizado para hablar en lenguas mientras predica. Cuando alguien hace esto está actuando como un niño, como una persona inmadura en su modo de pensar (v. 18-20).
  • Hablar u orar en lenguas durante el culto o las reuniones de la iglesia, es un mal testimonio ante los incrédulos y los aleja del evangelio, pues, siendo que ellos no pueden entender, entonces creen que los evangélicos son personas locas. (v. 23). Es una insensatez cuando se ora en lenguas durante un culto.
  • En vez de hablar en lenguas durante el culto, se debe profetizar, es decir, proclamar las Sagradas Escrituras, pues, ella es la que convence al pecador de su error (v. 24-25).
  • Si hay una persona que tiene el don de interpretación, entonces se puede hablar en lenguas (si éste las puede interpretar), pero varias personas no pueden hablar al mismo tiempo, sino que debe haber orden, y a lo máximo pueden hacerlo tres personas, por turno. (v. 26-27)
  • Si no hay quien interprete las lenguas, entonces el mandato de la Biblia es claro: Calle en la iglesia. (v. 29).

    –  La capacidad de hablar en lenguas o idiomas extraños no es para todos los creyentes. El apóstol Pablo hace unas preguntas retóricas, cuya respuesta obvia es un no. Respecto a las lenguas él pregunta: «¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?» (1 Cor. 12:30).

       Ahora, las Sagradas Escrituras no se contradicen a sí mismas. Algunas personas mal utilizan las instrucciones de Pablo cuando él dice en 1 Cor. 14:39 «Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar en lenguas«. Ellos creen que Pablo está diciendo que las personas pueden hablar en lenguas en cualquier lugar, en medio del culto, mientras predican, mientras oran, así no haya intérpretes. Pero llegar a esta conclusión es contradecir todas las instrucciones que Pablo dio para regular el uso de este don. Seamos sabios en la interpretación de la Palabra, y no tomemos de manera aislada los textos, pues, esto será para nuestra perdición y confusión.

Su servidor en Cristo,

Julio César Benítez

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